Extracto de: Charla de Londres, 15 de mayo
de 1975
Todo nuestro
trabajo no está apoyado ni en el doble ni en el espíritu, está apoyado en el problema del
sufrimiento humano. Nuestra preocupación está puesta en el sufrimiento humano y cómo superarlo. Ahí es donde ponemos nosotros el interés.
Desde muy
antiguo ustedes saben que ese ha sido el problema. Desde muy antiguo se han
dado soluciones distintas. Algunos dijeron que la percepción lleva a la imaginación, y la imaginación al deseo, y el deseo al encadenamiento y, por
lo tanto, al sufrimiento.
Para suprimir el
sufrimiento unos dijeron que no había
que percibir cosas, entonces muchos de ellos se encerraron en cavernas, otros
taparon sus ojos y sus oídos, otros hicieron ciertos tipos de yoga
para dominar su cuerpo con el fin de que no percibieran. Algunos para entrenar
a su propio cuerpo utilizaron castigos: dejaron sus cuerpos sin comer, sin
beber, se acostumbraron al frío y a los calores
excesivos por las distintas vías del faquirismo.
Algunos quedaron ciegos mirando al sol, otros dejaron sus cuerpos rígidos sin poderlos mover y fueron convirtiendo a sus
cuerpos en objetos, a fin de que las sensaciones, las percepciones, no
perturbaran sus mentes. Aún en la actualidad existen otras escuelas
faquiristas, y no crean que existen sólo
en la India. Hoy
existen monasterios cristianos en donde algunas religiosas se encierran por
toda su vida en una pieza y no hablan con nadie, no toman contacto con la
naturaleza prácticamente. De manera que muchos trataron
de suprimir el sufrimiento suprimiendo la percepción.
Otros fueron
más adentro y dijeron: “es la imaginación el problema”. No importa, entonces, percibir el
mundo, basta que luchemos contra la imaginación a fin de que las cosas que vemos no nos hagan imaginar
otras cosas; entonces estructuraron muchas técnicas para taponar la imaginación. Entonces la gente se volvió estéril, entonces no generó ninguna cosa, entonces perdió el gusto por la creatividad y el arte, porque todo aquello
era imaginación y la imaginación lleva al deseo y éste al sufrimiento.
Otros se
preocuparon por el problema del deseo, yendo más adentro, y dijeron: “no hay que desear, porque si deseamos algo eso nos va a crear
contradicción”. La mejor forma de no desear nada es no querer nada tampoco,
entonces ellos se entrenaron en no querer nada. Y entonces estuvieron mucho
tiempo sometidos al temor de desear algo, entonces se fueron encerrando en sí mismos, se fueron contrayendo; de
manera que bastaba que alguna cosa les gustara un poco para sufrir instantáneamente la sensación de pecado.
De manera
que en un caso, en el otro o en el otro, en todos funcionó la represión como sistema. Funcionó básicamente la palabra “No”, funcionó la palabra “prohibido”, funcionó en definitiva la represión. Frente a un objeto que me es
placentero, si yo niego ese objeto, aunque haya sacado ese objeto sigo
relacionado con él; luego me preocupo por no haber
tomado ese objeto. De manera que aunque tenga el objeto o que el objeto
desaparezca siempre estoy ligado a él. Entonces continuamente sufro el péndulo interno: estar adherido a ellos
y luego rechazar esos objetos. Entonces, si yo me planteo eso de desadherirme
de los objetos en realidad me crea un péndulo interno. Es muy distinto decir que frente al objeto
placentero “yo tomo” al objeto placentero a decir “yo ando buscando” al objeto. Buscar al objeto placentero es lo que me crea
contradicción, es la búsqueda de la imaginación la que trae contradicción, no es el placer el que trae
contradicción. Cuando ustedes comen algo que les
agrada no sufren contradicción,
ustedes sufren contradicción
cuando andan buscando continuamente aquello que les agrada. De manera que la
contradicción no está en el placer sino en la búsqueda del placer. El sufrimiento está en la búsqueda del placer, no en el placer en
sí.
Lo más que puede suceder en el placer es
que esta tensión luego se descargue. En realidad, a
ustedes les agrada comer ciertos alimentos cuando tienen hambre, en primer término porque tienen grabaciones de
objetos similares y reconocen el gusto y, en segundo término, porque el reflejo del hambre
es un reflejo visceral, es una excitación biológica, y al llenar ustedes el buche
con el alimento saturan esa excitación biológica. De manera que siempre funciona
en el sistema de placer la tensión y la relajación. Incluso una situación dolorosa se convierte en placentera cuando retiramos el
factor “dolor”: esa espina que está provocando el dolor, al ser retirada se siente placer; no es
que estemos en una situación de
placer, estamos en una situación de
dolor, que al ser retirado se experimenta el placer.
De manera
que si se ve correctamente este péndulo entre placer y dolor, entre la tensión y la relajación, se pueden comprender muchos fenómenos de la vida diaria. En ningún caso provoca contradicción sacarse la espina, tampoco provoca
contradicción el comer, sí provoca contradicción el buscar a toda costa cómo eliminar las tensiones internas.
Entonces estamos en un círculo vicioso: nosotros buscamos
aquello que nos quita la tensión,
pero ponemos toda nuestra tensión en
buscar eso. Entonces se produce un circuito de retroalimentación. Porque nosotros vamos alimentando
con nuestras tensiones la búsqueda
del placer, al aumentar la búsqueda
del placer aumentan también nuestras tensiones internas y,
entonces, en lugar de ir de un sistema de tensión a otro de relajación vamos a un sistema de tensión en aumento. Al aumentar ese sistema de tensión aumenta nuestra agresividad y
aumenta nuestra contradicción
interna.
Cuando nosotros
hablamos de “contradicción” siempre lo distinguimos de lo que llamamos “inconveniente” o
problema. Nuestro problema no es acabar con los inconvenientes y los problemas
de la vida diaria; muchos de estos inconvenientes son incluso estímulos para que nos movamos en una dirección positiva. Nosotros consideramos a los inconvenientes
como factores que, de todas maneras, no nos impiden desarrollarnos. Cuando un
inconveniente nos coloca en un círculo
vicioso, cuando tenemos la situación
interna de que no hay salida de esa situación
en que estamos, cuando no podemos movernos a ninguna dirección, decimos que estamos sumidos en la contradicción. Lo característico
de la contradicción es el sentimiento de “no salida”, es el sentimiento
de “repetir situaciones”;
no es eso lo característico del problema o inconveniente diario.
Mucha gente
cree que cualquier problemita le genera contradicción, entonces como todo le genera
contradicción tiene que vivir dentro de una
vitrina, y parece que el vivir dentro de una vitrina le genera contradicción ... Hay una gran diferencia en esto
de los inconvenientes, que si los agrandamos convertimos a la gente en
temerosa, pusilánime. De manera que hemos llegado a
este punto: a hablar del sufrimiento referido a la contradicción.
Nuestro
problema es el problema del sufrimiento humano, y la ruptura del sufrimiento
tiene que ver con la ruptura de la contradicción. Nuestro trabajo interno, la aplicación de determinados principios en la
vida diaria, pretende, con suavidad, amablemente, sin violencia interna, ir
rompiendo con las contradicciones a las que estamos sometidos. Nosotros no
planteamos el trabajo interno con violencia, no creemos que se pueda salir de
la contradicción de un día para el otro; nosotros creemos que
se pueden abrir, en cambio, brechas, rumbos frente a la contradicción.
En esta época en que vivimos, tan vistosa, tan
llena de efectos, de fenómenos tan espectaculares, semejantes
planteos no tiene ningún sabor, ninguna cosa interesante.
Quiero decir que en épocas espectaculares ¡los planteos tienen que ser espectaculares!
Es interesante disfrazarse, es interesante importar gurúes, es importante rodearse de halos
misteriosos, porque eso puede competir con todos los artículos de la sociedad de consumo, pero
de ninguna manera puede competir con ellos un planteo tan humilde como el que
venimos haciendo. Parece, entonces, que nuestro planteo no es un planteo de
competencia, es más bien un planteo suave, de buena
voluntad, que ni siquiera sirve para todas las personas sino que sirve para
unas pocas que son también como humildes internamente. Los
planteos brillantes son para gente brillante, los planteos humildes son para
gentes humildes.
Es un poco
lo que pasa con nuestras proposiciones: cuando se nos dice que nuestros
planteos no son originales para nada, y cuando se nos dice que no hemos
inventado ninguna cosa, nosotros creemos que ellos tienen razón; tienen sobre todo razón en que éstos no son planteos nuevos, y, además, tienen mucha razón en no aceptarlos para su propia
vida, pero por lo menos podrían
considerar que a lo mejor para nosotros nos sirven.
Es que
nosotros no queremos avanzar sobre nadie, nosotros queremos resolver nuestro
problema de contradicción, y eso es todo. Y luego no nos
culpen si no somos más brillantes, porque esa no es la
intención. Cuando una persona suma “dos más dos igual cuatro”, no es correcto que venga otra persona a pedirle que haga raíces cuadradas. Está bien. Cada uno con sus medidas. Por
eso hemos dicho que nuestros planteo es más bien para los que llevan el fracaso en su interior. No es
para gente triunfadora. Es para la gente que se reconoce contradictoria, que se
reconoce fracasada. Fíjense que a nadie le gusta
reconocerse fracasado internamente. ¡Ya ven ustedes por qué somos tan pocos! Somos tan poca gente porque hay pocos
fracasados, o a lo mejor hay muchos fracasados pero pocos que se consideran así.
Esto del
fracaso parece una idea de algún
interés, porque hasta tanto uno no se
considere seriamente que no tiene salida y que su vida es un círculo vicioso, que su vida es una
continua contradicción, ya sin sentido, hasta entonces uno
no puede trabajar seriamente. No es más que eso.