LA
MODIFICACIÓN DEL TRASFONDO PSICOSOCIAL
Charla
magistral de Silo.
Rio de Janeiro, 4 de enero de 1982
"La
enseñanza de hoy deberá concluir en una propuesta a futuro. Se
basará en las necesarias referencias doctrinarias, sin profundizar
teoréticamente sobre ellas. Más bien tales referencias estarán al
servicio de un análisis, luego del cual se extraerán ciertas
consecuencias de urgencia.
Entraremos
en materia, refiriéndonos a nuestro conocido tema de las tres vías
del sufrimiento, afirmando de inmediato que él nos lleva
directamente a la analítica de la representación. En efecto,
descartando la representación de memoria y de la imaginación, el
sufrimiento no podría ser registrado. Tampoco podría registrarse el
deleite, y en fin, el ser humano quedaría limitado a fenómenos de
dolor y placer de tipo animal, sin más consecuencias que esas.
Sin
embargo, al poco tiempo se encontraría con un sistema de reflejos
codificados a nivel vegetativo y motriz, que comenzaría a actuar
como una memoria supletoria y de imaginación supletoria. Así
complejificándose cada vez más hasta lograr un nivel similar al de
trabajo de conciencia normal, con sus respectivas vías tal cual las
conocemos. Hasta podemos suponer, invirtiendo nuestro desarrollo, que
ese proceso de reflejos animales ha llevado a seres menos avanzados a
lograr con el tiempo el fenómeno de la conciencia humana.
No es
posible detener la representación con el objeto de superar el
sufrimiento, mientras se efectúan operaciones cotidianas. Y si fuera
posible, se detendría con ello, el crecimiento de la conciencia.
Por otra
parte, siendo la representación una imagen de respuesta, también
quedaría paralizada la actividad en el mundo. Por tanto cuando hemos
explicado el problema del sufrimiento, también hemos indicado como
salida y superación, no la eliminación de la representación, sino
la modificación de la misma.
Se
puede, mediante trabajo interno, modificar un caso particular de
representación. Todos sabemos que esto es posible. Quien más quien
menos, habrá hecho sus avances utilizando las técnicas adecuadas.
Por otra parte, al modificar un caso particular de representación,
también habrá modificado un caso particular de conducta. Habrá
logrado superar resistencias opresivas o transferir cargas y
contenidos productores de sufrimiento.
Pero no
por ello habrá modificado su sistema general de representación y su
conducta general frente al mundo. Esa modificación general se habrá
ido produciendo a lo largo de un proceso que trascendió a las
simples técnicas transferenciales.
Toda
representación individual forma parte de un sistema de
representación más o menos copresente, que varía de acuerdo a las
condiciones de los datos de memoria. En otras palabras, una respuesta
al mundo suscitada por un estímulo, ha sido seleccionada por un
campo de copresencia entre muchas otras representaciones posibles. De
este modo, el sistema de copresencias, en más de un sentido
determina la conducta global de individuos y conjuntos humanos. Una
sociedad por ejemplo, cuenta en sus individuos con un trasfondo que
pone las condiciones de copresencia, de entre las cuales se da
opciones de respuesta como casos particulares de conducta.
El
trasfondo psicosocial está impuesto por un código informativo de
distintos niveles de lenguaje, o si se quiere, de distintas regiones
del sistema de copresencia adquirido desde los primeros pasos del
aprendizaje. Se obtendrán entonces respuestas muy tipificadas en
sociedades cerradas y respuestas más variables en sociedades cuyo
trasfondo se fueron incorporando datos de otros ambientes culturales.
El entrecruzamiento de culturas, a medida que se desarrolla, impondrá
nuevos elementos al trasfondo de cualquier sociedad, de manera que
ésta empezará a responder conductualmente fuera del paisaje
inmediato que le tocó desarrollarse inicialmente.
Desde
luego que no sólo las sociedades cerradas se verán afectadas por
ese nuevo fenómeno de interpenetración cultural. También las
ideologías y las religiones, como formadoras y conservadoras de
trasfondos sociales, recibirán el impacto. Y por cierto, que así
como sociedades más fuertes invadirán el espacio psicosocial de las
más débiles, éstas terminarán provocando modificaciones en
sentido inverso, siempre y cuando no sean esterilizadas totalmente
antes de ser invadidas.
Hasta
qué punto una sociedad puede ser cerrada, o hasta qué punto una
ideología o religión, hoy puede impedir la interpenetración de
copresencias, es tema de discusión. Pero en todo caso, el sólo
hecho de la utilización de tecnología, aunque fuera utilizada con
intereses limitantes, llevará a la interpenetración final. Esto
será así, porque aún los objetos tecnológicos son productos de
conductas sociales que responden al mundo desde un sistema de
representación. Y todo ello sin tener en cuenta, que tal tecnología
abre las conciencias a la comunicación planetaria.
Aún
descartando las comunicaciones cada vez más veloces, las
telecomunicaciones y el contacto entre personas de regiones
distintas, una pretendida sociedad cerrada, cosa por otra parte
imposible, comenzará a modificar su sistema de copresencias por el
trabajo de los nuevos elementos tecnológicos. No será necesario ni
la lengua, ni el arte, ni el deporte. Bastará el solo objeto
tecnológico para llevar cifrado en él, el trasfondo que se quiere
negar.
El
trasfondo se va integrando por la acción que se efectúa en un
paisaje y por la educación que se recibe del medio. Pero puede
modificarse, al aparecer objetos elaborados en paisajes ajenos ,
sobretodo si se comienza a trabajar con ellos en el paisaje propio.
Por otra parte, según avanzan hoy los acontecimientos, ya no se
puede designar con propiedad aquello que sea el paisaje propio. Esto
es lo que sucede empíricamente a nivel psicosocial.
Pero
nuestra preocupación se refiere a la modificación del trasfondo
psicosocial, en aquellos aspectos negativos que se van incorporando y
acumulando en todas las culturas por este acelerado proceso de
intercomunicación actual. Sabemos cómo modificar conductas
particulares, trabajando sobre representaciones particulares. Pero
nuestra dificultad está en la modificación del sistema de
representación; en la variación del trasfondo en el cual surgen las
opciones de representaciones particulares.
Por
ello, la pregunta exigida es ésta: ¿Se puede introducir en un
individuo, en una sociedad y en un mundo, un factor que haga variar
el trasfondo de representación? Y esta pregunta debe ser acompañada
por las siguientes condiciones:
Primera:
que ese factor no se introduzca por simple proceso empírico, por
simple mecánica histórica, sino por acción meditada, y con la
finalidad de desplazar los contenidos que constituyen una amenaza
para el desarrollo de la vida.
Segunda:
que ese factor se pueda introducir superando las resistencias que
ofrecen los trasfondos que se quiere modificar.
Tratemos
de responder positivamente a esta pregunta, sin descartar las dos
condiciones mencionadas.
Bien,
cuando nosotros trabajamos en la modificación de una representación
particular, por ejemplo en el caso de las técnicas transferenciales,
lo hacemos proponiendo nuevas imágenes que desplacen a la
conflictiva. También en casos más complejos, lo hacemos
transportando climas indefinidos a nuevas imágenes. En ambos casos,
proponemos representaciones que se mueven en un proceso más o menos
definido.
Muchas
actividades cotidianas, muchas producciones artísticas, algunas
ideologías (en tanto se conviertan en acción), algunos aspectos de
las religiones, y muchos de los sueños nocturnos, proceden
empíricamente a modificar representaciones particulares o a hacer
variar el trasfondo en mayor o menor medida. Pero en todos los casos,
los fenómenos se producen por la acción de la nueva representación.
Cuando
nos proponemos modificar representaciones particularmente negativas,
en el caso de personas que queremos librar de conflictos para que
colaboren más eficazmente en nuestra obra, nos atenemos a las
técnicas que conocemos, que también incluyen propuestas de nuevas
imágenes en un proceso técnicamente llevado adelante.
Pero
nuestro entusiasmo decae, si pretendemos modificar no un aspecto,
sino hacer variar el trasfondo de modo sustancial. Y decae porque
exige por parte del sujeto una preparación muy grande para
comprender la magnitud del cambio que se espera de él. Ampliando los
campos, nos veríamos mucho más desalentados, si tuviéramos que
provocar transferencias a toda la población, para finalmente obtener
de ella modificaciones parciales. Por último, ni siquiera
intentaríamos modificar trasfondos en toda esa población.
Así es
que nuestro desaliento aumenta a medida que queremos avanzar hacia
los grandes conjuntos, en un proceso transferencial que se pueda
reconocer vigílicamente y que para mayor dificultad, transforme no
aspectos particulares de representación y conducta, sino que haga
variar el trasfondo de dichos conjuntos.
Por otra
parte, nuestras posibilidades de éxito son mayores en transferencias
individuales o grupales, como en el caso de las experiencias guiadas,
que en propuestas a conjuntos humanos en los que no presentamos un
paisaje transferencial. Aún en nuestras propuestas individuales o
grupales, las imágenes que presentamos se colocan a modo de ficción
sicológica, ya que a nadie se le ocurre decir que las experiencias
guiadas, por ejemplo, son reales. De ese modo, el trabajo tiene una
dirección vigílica indudable, pero lo desposeemos del motor de la
convicción. Y en el caso de las propuestas a conjuntos mayores, ni
siquiera hay imágenes, sino alusión a estados internos.
Hagamos
algunas comparaciones grotescas: no es igual prometer un paisaje
celestial, que lleva a un estado de paz y bienaventuranza, o una
sociedad feliz, que puede se imaginada con sus implicancias también
de paz, abundancia, etc., que presentar un estado como la felicidad o
la paz, sin un objeto que las motive. Porque cuando un sistema
promete 'confort', tal imagen trae el registro feliz, pero cuando se
habla de 'la felicidad' como un estado, sin proponer imágenes, se
dificultan las cosas. Máxime si esa felicidad hay que lograrla
mediante técnica sicológica, que descarta de por si el 'motor de la
convicción'.
Recordemos
que la opinión ingenua, es la de que las cosas sicológicas no son
reales, como si lo son en cambio los objetos que se prometen, aunque
jamás se logren.
Sin
propuesta de imagen, no solo hay dificultad para un proceso
transferencial, sino tampoco se da dirección a la conducta hacia el
mundo.
Como
contrapartida de las dificultades enunciadas, hemos contado con la
ventaja de que al no proponer paisajes, se ha permitido que los actos
lanzados sean completados por individuos de culturas diferentes; con
la proyección de sus propios trasfondos.
Por otra
parte, se ha calculado sabiamente, que tanto los paisajes que
proponían las religiones, como los sistemas y las ideologías se
habrían de alterar a corto plazo, por la invasión de los factores
interculturales, y en ello no se ha fallado, por cuanto esos paisajes
desfallecen día a día. Sin embargo subsiste para nosotros el
problema de la modificación de los trasfondos y la orientación de
nuevas conductas individuales y sociales, si es que no emplazamos
propuestas de representación.
Por todo
lo anterior, es que debemos proceder y con cierta urgencia, a lanzar
al escenario psicosocial, un argumento con imágenes precisas, que
cuenten con el motor de la convicción, que permitan introducir
elementos transferenciales, y que eludan las resistencias de los
trasfondos culturales.
Sin
embargo, la implementación de tal proceso debería comenzar
cautelosamente, tomando dinámica propia a partir de un solo
individuo que emplazado en algún espacio decisivo, comenzara su
acción. Esta cautela permitiría ir efectuando las correcciones del
caso sin compromiso para nuestros conjuntos y sin alterar nuestros
planes de actividad. Pero, si la acción en cuestión se acelerara a
una velocidad mayor que las que estamos obteniendo actualmente,
entonces sí deberíamos volcar toda nuestra fuerza en esa dirección.
Nada
más."