CUARTA CARTA A MIS AMIGOS
Estimados amigos:
En cartas anteriores di mi opinión de la sociedad, de los grupos
humanos y de los individuos, con referencia a este momento de
cambio y pérdida de referencias que nos toca vivir; critiqué
ciertas tendencias negativas en el desarrollo de los acontecimientos
y destaqué las posturas más conocidas de quienes pretenden dar
respuesta a las urgencias del momento. Está claro que todas las
apreciaciones, bien o mal formuladas, responden a mi particular
punto de vista y éste, a su vez, se emplaza en un conjunto de
ideas que le sirven de base. Seguramente por ésto, he
recibido sugerencias en las que se me anima a explicitar desde
"dónde" hago mis críticas o desarrollo mis
propuestas. Después de todo se puede decir cualquier cosa
con mucha o poca originalidad, como sucede con las ocurrencias
que tenemos a diario y que no pretendemos justificar. Esas
ocurrencias hoy pueden ser de un tipo y mañana del tipo opuesto no
pasando de la frivolidad de la apreciación cotidiana. Por esto,
en general, cada día creemos menos en las opiniones de los demás y
de nosotros mismos dando por sentado que se trata de apreciaciones
de coyuntura que pueden cambiar en pocas horas, como sucede con
las oportunidades bursátiles. Y si en las opiniones hay algo con
mayor permanencia en todo caso es lo consagrado por la moda que
luego es reemplazado por la moda siguiente. No estoy haciedo una
defensa del inmovilismo en el campo de las opiniones, sino
destacando la falta de consistencia en las mismas, porque en
verdad sería muy interesante que el cambio ocurriera en base a una
lógica interna y no de acuerdo al soplo de vientos erráticos. Pero
quién está para aguantar lógicas internas en una época de
manotazos de ahogado! Ahora mismo, mientras escribo, advierto
que lo dicho no puede entrar en la cabeza de ciertos lectores
porque a estas alturas no habrán encontrado tres posibles códigos
exigidas por ellos: 1.- que lo que se está explicando les sirva de
esparcimiento, ó 2.- que les muestre ya mismo cómo pueden
utilizarlo en su negocio, ó 3.- que coincida con lo consagrado por
la moda. Tengo la certeza de que esta parrafada que comienza con
"Estimados amigos:" y que llega hasta aquí, los
deja totalmente desorientados como si estuviéramos escribiendo
en sánscrito. Sin embargo, es de verse cómo esas mismas
personas comprenden cosas difíciles que van desde las
operaciones bancarias más sofisticadas a las delicias de la técnica
administrativa computada. A esos tales les resulta imposible
comprender que estamos hablando de las opiniones, de los puntos de
vista y de las ideas que les sirven de base; que estamos hablando
de la imposibilidad de ser entendidos en las cosas más simples si
no se corresponden con el paisaje que tienen montado por su educación
y sus compulsiones. Así están las cosas!
Despejado lo anterior trataré de resumir en esta carta las ideas
que fundamentan mis opiniones, críticas y propuestas, teniendo
especial cuidado de no ir mucho más allá del slogan publicitario
porque, como explica el sabio periodismo especializado, las ideas
organizadas son "ideologías" y estas, como las
doctrinas, son herramientas de lavado de cerebro de quienes se
oponen a la libertad de comercio y economía social de
mercado de las opiniones. Hoy, respondiendo a las
exigencias del Postmodernismo, es decir, a las exigencias de la
haut- couture (ropa de noche, corbata mariposa, hombreras,
zapatillas y chaqueta arremangada); de la arquitectura
decontructivista y de la decoración desestructurada, estamos
exigidos a que no encajen las piezas del discurso. Y a no olvidar
que la crítica del lenguaje también repudia lo
sistemático, estructural y procesal!... Desde luego que todo
ello se corresponde con la ideología dominante de la Company
que siente horror por la Historia y por las ideas en cuya
formación no participó y entre las que no ha podido colocar
un sustancioso porcentaje de acciones.
Bromas aparte, comencemos ya con el inventario de nuestras ideas, por
lo menos de las que consideramos más importantes. Debo
resaltar que buena parte de ellas fueron presentadas en la
conferencia que dí en Santiago de Chile el 23/05/91.
1.- Arranque de nuestras ideas.
Nuestra concepción no se inicia admitiendo generalidades, sino
estudiando lo particular de la vida humana; lo particular de la
existencia; lo particular del registtro personal del pensar, el
sentir y el actuar. Esta postura inicial la hace incompatible con
todo sistema que arranque desde la "idea", desde
la "materia", desde el "inconsciente", desde la
"voluntad", desde la "sociedad", etc. Si
alguien admite o rechaza cualquier concepción, por lógica o
extravagante que esta sea, siempre él mismo estará en juego
admitiendo o rechazando. El estará en juego, no la sociedad, o el
inconciente, o la materia.
Hablemos pues de la vida humana. Cuando me observo, no desde el
punto de vista fisiológico sino existencial, me encuentro puesto en
un mundo dado, no construído ni elegido por mi. Me encuentro en
situación respecto a fenómenos que empezando por mi propio
cuerpo son ineludibles. El cuerpo como constituyente fundamental de
mi existencia es, además, un fenómeno homogéneo con el mundo
natural en el que actúa y sobre el cual actúa el mundo. Pero la
naturalidad del cuerpo tiene para mí diferencias importantes con
el resto de los fenómenos, a saber: 1.- el registro inmediato que
poseo de él; 2.- el registro que mediante él tengo de los
fenómenos externos y 3.- la disponibilidad de alguna de sus
operaciones merced a mi intención inmediata.
2.- Naturaleza, intención y apertura del ser humano.
Pero ocurre que el mundo se me presenta no solamente como un
conglomerado de objetos naturales sino como una articulación de
otros seres humanos y de objetos y signos producidos o
modificados por ellos. La intención que advierto en mí aparece
como un elemento interpretativo fundamental del comportamiento de
los otros y así como constituyo al mundo social por
comprensión de intenciones, soy constituído por él. Desde luego,
estamos hablando de intenciones que se manifiestan en la acción
corporal. Es gracias a las expresiones corporales o a la
percepción de la situación en que se encuentra el otro que puedo
comprender sus significados, su intención. Por otra parte, los
objetos naturales y humanos se me aparecen como placenteros o
dolorosos y trato de ubicarme frente a ellos modificando mi
situación.
De este modo, no estoy cerrado al mundo de lo natural y de los
otros seres humanos sino que, precisamente, mi característica es la
"apertura". Mi conciencia se ha
configurado intersubjetivamente ya que usa códigos de
razonamiento, modelos emotivos, esquemas de acción que registro
como "míos" pero que también reconozco en otros. Y,
desde luego, está mi cuerpo abierto al mundo en cuanto a este lo
percibo y sobre él actúo. El mundo natural, a diferencia del
humano, se me aparece sin intención. Desde luego, puedo
imaginar que las piedras, las plantas y las estrellas, poseen
intención pero no veo cómo llegar a un efectivo diálogo con
ellas. Aún los animales en los que a veces capto la chispa de
la inteligencia, se me aparecen impenetrables y en lenta
modificación desde adentro de su naturaleza. Veo sociedades de
insectos totalmente estructuradas, mamíferos superiores usando
rudimentos técnicos, pero repitiendo sus códigos en lenta
modificación genética, como si fueran siempre los primeros
representantes de sus respectivas especies. Y cuando compruebo las
virtudes de los vegetales y los animales modificados y domesticados
por el hombre, observo la intención de éste abriéndose paso y
humanizando al mundo.
3.- La apertura social e histórica del ser humano.
Me es insuficiente la definición del hombre por su sociabilidad ya
que esto no hace a la distinción con numerosas especies;
tampoco su fuerza de trabajo es lo característico, cotejada con la
de animales más poderosos; ni siquiera el lenguaje lo
define en su esencia, porque sabemos de códigos y formas de
comunicación entre diversos animales. En cambio, al encontrarse
cada nuevo ser humano con un mundo modificado por otros y ser
constituído por ese mundo intencionado, descubro su capacidad de
acumulación e incorporación a lo temporal, descubro su dimensión
histórico-social, no simplemente social. Vistas así las cosas,
puedo intentar una definición diciendo: El hombre es el ser
histórico, cuyo modo de acción social transforma a su propia
naturaleza. Si admito lo anterior, habré de aceptar que ese ser
puede transformar intencionalmente su constitución física. Y así
está ocurriendo. Comenzó con la utilización de instrumentos que
puestos adelante de su cuerpo como "prótesis"
externas le permitieron alargar su mano, perfeccionar sus sentidos y
aumentar su fuerza y calidad de trabajo. Naturalmente no estaba
dotado para los medios líquido y aéreo y sin embargo creó
condiciones para desplazarse en ellos, hasta comenzar a emigrar de
su medio natural, el planeta Tierra. Hoy, además, está
internándose en su propio cuerpo cambiando sus órganos;
interviniendo en su química cerebral; fecundando in vitro y
manipulando sus genes. Si con la idea de "naturaleza" se
ha querido señalar lo permanente, tal idea es hoy inadecuada
aún si se la quiere aplicar a lo más objetal del ser humano es
decir, a su cuerpo. Y en lo que hace a una "moral natural",
a un "derecho natural", o a "instituciones
naturales" encontramos, opuestamente, que en ese campo todo
es histórico-social y nada allí existe por naturaleza.
4.- La acción transformadora del ser humano.
Contigua a la concepción de la naturaleza humana, ha estado
operando otra que nos habló de la pasividad de la conciencia.
Esta ideología consideró al hombre como una entidad que obraba
en respuesta a los estímulos del mundo natural. Lo que comenzó en
burdo sensualismo, poco a poco fué desplazado por corrientes
historicistas que conservaron en su seno la misma idea en torno a la
pasividad. Y aún cuando privilegiaron la actividad y la
transformación del mundo por sobre la interpretación de sus
hechos, concibieron a dicha actividad como resultante de
condiciones externas a la conciencia. Pero aquellos antiguos
prejuicios en torno a la naturaleza humana y a la pasividad de la
conciencia hoy se imponen, transformados en neoevolucionismo, con
criterios tales como la selección natural que se establece en
la lucha por la supervivencia del más apto. Tal concepción
zoológica, en su versión más reciente, al ser trasplantada al
mundo humano tratará de superar las anteriores dialécticas
de razas o de clases con una dialéctica establecida según leyes
económicas "naturales" que autorregulan toda la
actividad social. Así, una vez más, el ser humano concreto
queda sumergido y objetivizado.
Hemos
mencionado a las concepciones que para explicar al hombre comienzan
desde generalidades teóricas y sostienen la existencia de una
naturaleza humana y de una conciencia pasiva. En sentido opuesto,
nosotros sostenemos la necesidad de arranque desde la
particularidad humana, sostenemos el fenómeno histórico-social y
no natural del ser humano y también afirmamos la actividad de su
conciencia transformadora del mundo, de acuerdo a su
intención.Vimos a su vida en situación y a su cuerpo como
objeto natural percibido inmediatamente y sometido
también inmediatamente a numerosos dictados de su intención.
Por consiguiente se imponen las siguientes preguntas: cómo es que
la conciencia es activa, es decir, cómo es que puede intencionar
sobre el cuerpo y a través de él transformar al mundo? En segundo
lugar, cómo es que la constitución humana es historico-social?
Estas preguntas deben ser respondidas desde la existencia
particular para no recaer en generalidades teóricas desde las
cuales se deriva luego un sistema de interpretación. De esta
manera, para responder a la primera pregunta tendrá que
aprehenderse con evidencia inmediata cómo la intención actúa
sobre el cuerpo y, para responder a la segunda, habrá que partir de
la evidencia de la temporalidad y de la intersubjetividad en el
ser humano y no de leyes generales de la historia y de la
sociedad. En nuestro trabajo, Contribuciones
al Pensamiento,
se trata de dar respuesta precisamente a esas dos preguntas. En el
primer ensayo de Contribuciones,
se estudia la función que cumple la imagen en la conciencia,
destacando su aptitud para mover al cuerpo en el espacio. En el
segundo ensayo del mismo libro, se estudia el tema de la
historicidad y sociabilidad. La especificidad de estos temas nos
aleja demasiado de la presente carta, por ello remitimos al material
citado.
5.- La superación del dolor y el sufrimiento como proyectos
vitales básicos.
Hemos
dicho en Contribuciones
que el destino natural del cuerpo humano es el mundo y basta
ver su conformación para verificar este aserto. Sus sentidos y
sus aparatos de nutrición, locomoción, reproducción, etc,
están naturalmente conformados para estar en el mundo, pero además
la imágen lanza a través del cuerpo su carga transformadora; no
lo hace para copiar al mundo, para ser reflejo de la situación dada
sino, opuestamente, para modificar la situación previamente dada.
En este acontecer, los objetos son limitaciones o ampliaciones de
las posibilidades corporales, y los cuerpos ajenos aparecen como
multiplicaciones de esas posibilidades, en tanto son gobernados por
intenciones que se reconocen similares a las que manejan al propio
cuerpo. Por qué necesitaría el ser humano transformar el
mundo y transformarse a sí mismo? Por la situación de finitud y
carencia temporoespacial en que se halla y que registra como dolor
físico y sufrimiento mental. Así, la superación del dolor
no es simplemente una respuesta animal, sino una configuración
temporal en la que prima el futuro y que se convierte en
impulso fundamental de la vida aunque esta no se encuentre urgida en
un momento dado. Por ello, aparte de la respuesta inmediata, refleja
y natural, la respuesta diferida para evitar el dolor está
impulsada por el sufrimiento sicológico ante el peligro y está
re-presentada como posibilidad futura o hecho actual en el que el
dolor está presente en otros seres humanos. La superación del
dolor aparece, pues, como un proyecto básico que guía a la
acción. Es ello lo que ha posibilitado la comunicación entre
cuerpos e intenciones diversas, en lo que llamamos la
"constitución social". La constitución social es tan
histórica como la vida humana, es configurante de la vida
humana. Su transformación es continua pero de un modo diferente a
la de la naturaleza porque en esta no ocurren los cambios
merced a intenciones.
6.- Imagen, creencia, mirada y paisaje.
Un día cualquiera entro en mi habitación y percibo la ventana, la
reconozco, me es conocida. Tengo una nueva percepción de ella
pero, además, actúan antiguas percepciones que convertidas en
imágenes están retenidas en mí. Sin embargo, observo que en un
ángulo del vidrio hay una quebradura... "eso no estaba
ahí", me digo, al cotejar la nueva percepción con lo que
retengo de percepciones anteriores. Además, experimento una
suerte de sorpresa. La ventana de actos anteriores ha quedado
retenida en mí, pero no pasivamente como una fotografía, sino
actuante como son actuantes las imágenes. Lo retenido actúa
frente a lo que percibo, aunque su formación pertenezca al pasado.
Se trata de un pasado siempre actualizado, siempre presente. Antes
de entrar a mi habitación daba por sentado, daba por supuesto, que
la ventana debía estar allí en perfectas condiciones. No es que lo
estuviera pensando, sino que simplemente contaba con ello. La
ventana en particular no estaba presente en mis pensamientos de ese
momento, pero estaba co-presente, estaba dentro del horizonte de
objetos contenidos en mi habitación. Es gracias a la copresencia,
a la retención actualizada y superpuesta a la percepción, que
la conciencia infiere más de lo que percibe. En ese
fenómeno encontramos el funcionamiento más elemental de la
creencia. En el ejemplo, es como si me dijera: "yo creía que la
ventana estaba en perfectas condiciones". Si al entrar a mi
habitación aparecieran fenómenos propios de un campo diferente de
objetos, por ejemplo una lancha o un camello, tal situación
surrealista me resultaría increíble no porque esos objetos
no existan, sino porque su emplazamiento estaría fuera del campo
de copresencia, fuera del paisaje que me he formado y que
actúa en mí superponiéndose a toda cosa que percibo.
Ahora bien, en cualquier instante presente de mi conciencia puedo
observar el entrecruzamiento de retenciones y de futurizaciones que
actúan co-presentemente y en estructura. El instante presente se
constituye en mi conciencia como un campo temporal activo de tres
tiempos diferentes. Las cosas aquí son muy diferentes a las que
ocurren en el tiempo de calendario en el que el día de hoy no
está tocado por el de ayer, ni por el de mañana. En el
calendario y el reloj, el "ahora" se diferencia del "ya
no" y del "todavía no" y, además, los sucesos
están ordenados uno al lado del otro en sucesión lineal y no puedo
pretender que eso sea una estructura sino un agrupamiento dentro de
una serie total a la que llamo "calendario". Pero ya
volveremos sobre esto cuando consideremos el tema de la
historicidad y la temporalidad.
Por ahora continuemos con lo dicho anteriormente respecto a que la
conciencia infiere más de lo que percibe, ya que cuenta con
aquello que viniendo del pasado, como retención, se superpone a la
percepción actual. En cada mirada que lanzo a un objeto veo en
él cosas deformadas. Esto no lo estamos afirmando en el sentido
explicado por la física moderna que claramente expone nuestra
incapacidad para detectar al átomo y a la longitud de onda que
está por encima y por abajo de nuestros umbrales de percepción.
Esto lo estamos diciendo con referencia a la superposición
que las imágenes de las retenciones y futurizaciones hacen
de la percepción. Así, cuando asisto en el campo a un
hermoso atardecer el paisaje natural que observo no está determinado
en sí sino que lo determino, lo constituyo por un ideal estético
al que adhiero. Y esa especial paz que experimento me entrega la
ilusión de que contemplo pasivamente, cuando en realidad estoy
poniendo activamente allí numerosos contenidos que se superponen al
simple objeto natural. Y lo dicho no vale solamente para este
ejemplo sino para toda mirada que lanzo hacia la realidad.
7.- Las generaciones y los momentos históricos.
La organización social se continúa y amplía, pero esto no puede
ocurrir solamente por la presencia de objetos sociales que han
sido producidos en el pasado y que se utilizan para vivir el
presente y proyectarse hacia el futuro. Tal mecánica es demasiado
elemental como para explicar el proceso de la civilización. La
continuidad está dada por las generaciones humanas que no
están puestas una al lado de otra sino que coexistiendo
interactúan y se transforman. Estas generaciones, que permiten
continuidad y desarrollo son estructuras dinámicas, son el tiempo
social en movimiento sin el cual la civilización caería en
estado natural y perdería su condición de sociedad. Ocurre, por
otra parte, que en todo momento histórico coexisten generaciones de
distinto nivel temporal, de distinta retención y futurización que
configuran paisajes de situación y creencias diferentes. El cuerpo
y comportamiento de niños y ancianos delata, para las
generaciones activas, una presencia de la que se viene y a la que se
va. A su vez, para los extremos de esa triple relación,
también se verifican ubicaciones de temporalidad extremas. Pero
esto no permanece jamás detenido porque mientras las
generaciones activas envejecen y los ancianos mueren, los niños
van transformándonse y comienzan a ocupar posiciones activas.
Entre tanto, nuevos nacimientos reconstituyen continuamente a la
sociedad. Cuando, por abstracción, se "detiene" al
incesante fluír, podemos hablar de "momento histórico"
en el que todos los miembros emplazados en el mismo escenario
social pueden ser considerados "contemporáneos",
vivientes de un mismo tiempo; pero observamos que no son coetáneos,
que no tienen la misma edad, la misma temporalidad interna en cuanto
a paisajes de formación, en cuanto a situación actual y en cuanto
a proyecto. En realidad, una dialéctica generacional se establece
entre las "franjas" más contiguas que tratan de ocupar la
actividad central, el presente social, de acuerdo a sus
intereses y creencias. Es la temporalidad social interna la
que explica estructuralmente el devenir histórico en el que
interactúan distintas acumulaciones generacionales y no la sucesión
de fenómenos linealmente puestos uno al lado del otro, como en el
tiempo de calendario, según nos lo ha explicado alguna que otra
Filosofía de la Historia.
Constituído socialmente en un mundo histórico en el que voy
configurando mi paisaje interpreto aquello a donde lanzo mi
mirada. Está mi paisaje personal, pero también un paisaje
colectivo que responde en ese momento a grandes conjuntos.
Como dijimos antes coexisten en un mismo tiempo presente,
distintas generaciones. En un momento, para ejemplificar
gruesamente, existen aquellos que nacieron antes del transistor y
los que lo hicieron entre computadoras. Numerosas
configuraciones difieren en ambas experiencias, no solamente en el
modo de actuar sino en el de pensar y sentir... y aquello que en la
relación social y en el modo de producción funcionaba en una
época, deja de hacerlo lentamente o, a veces, de modo
abrupto. Se esperaba un resultado a futuro y ese futuro ha
llegado, pero las cosas no resultaron del modo en que fueron
proyectadas. Ni aquella acción, ni aquella sensibilidad, ni
aquella ideología coinciden con el nuevo paisaje que se va
imponiendo socialmente.
8.- La violencia, el Estado y la concentración de poder.
El ser humano por su apertura y libertad para elegir entre
situaciones, diferir respuestas e imaginar su futuro, puede
también negarse a sí mismo, negar aspectos del cuerpo, negarlo
completamente como en el suicidio, o negar a otros. Esta libertad ha
permitido que algunos se apropien ilegítimamente del todo social
es decir, que nieguen la libertad y la intencionalidad de otros,
reduciéndolos a prótesis, a instrumentos de sus
intenciones. Allí está la esencia de la discriminación,
siendo su metodología la violencia física, económica, racial y
religiosa. La violencia puede instaurarse y perpetuarse gracias al
manejo del aparato de regulación y control social, esto es: el
Estado. En consecuencia, la organización social requiere un tipo
avanzado de coordinación a salvo de toda concentración de poder,
sea esta privada o estatal. Cuando se pretende que la
privatización de todas las áreas económicas pone a la sociedad a
salvo del poder estatal se oculta que el verdadero problema está en
el monopolio u oligopolio que traslada el poder de manos
estatales a manos de un Paraestado manejado no ya por una
minoría burocrática sino por la minoría particular que aumenta el
proceso de concentración.
Las diversas estructuras sociales, desde las más primitivas a las
más sofisticadas, tienden a la concentración progresiva hasta que
se inmovilizan y comienza su etapa de disolución de la que
arrancan nuevos procesos de reorganización en un nivel más alto
que el anterior. Desde el comienzo de la historia, la sociedad
apunta hacia la mundialización y así se llegará a una época de
máxima concentración de poder arbitrario con características de
imperio mundial ya sin posibilidades de mayor expansión. El
colapso del sistema global ocurrirá por la lógica de la dinámica
estructural de todo sistema cerradoo en el que necesariamente
tiende a aumentar el desorden. Pero así como el proceso de las
estructuras tiende a la mundialización, el proceso de
humanización tiende a la apertura del ser humano, a la superación
del Estado y del Paraestado; tiende a la descentralización y la
desconcentración a favor de una coordinación superior entre
particularidades sociales autónomas. Que todo termine en un caos y
un reinicio de la civilización, o comience una etapa de
humanización progresiva ya no dependerá de inexorables designios
mecánicos sino de la intención de los individuos y los pueblos,
de su compromiso con el cambio del mundo y de una ética de la
libertad que por definición no podrá ser impuesta. Y se habrá de
aspirar no ya a una democracia formal manejada como hasta ahora por
lo intereses de las facciones sino a una democracia real en la que
la participación directa pueda realizarse instantáneamente gracias
a la tecnología de comunicación, hoy por hoy en
condiciones de hacerlo.
9.- El proceso humano.
Necesariamente, aquellos que han reducido la humanidad de otros han
provocado con eso nuevo dolor y sufrimiento reiniciándose en el
seno de la sociedad la antigua lucha contra la adversidad
natural, pero ahora entre aquellos que quieren "naturalizar"
a otros, a la sociedad y a la Historia y, por otra parte, los
oprimidos que necesitan humanizarse humanizando al mundo. Por
esto humanizar es salir de la objetivación para afirmar la
intencionalidad de todo ser humano y el primado del futuro sobre la
situación actual. Es la imagen y representación de un futuro
posible y mejor lo que permite la modificación del presente y lo
que posibilita toda revolución y todo cambio. Por consiguiente, no
basta con la presión de condiciones oprimentes para que se ponga
en marcha el cambio, sino que es necesario advertir que tal cambio es
posible y depende de la acción humana. Esta lucha no es entre
fuerzas mecánicas, no es un reflejo natural, es una lucha entre
intenciones humanas. Y esto es precisamente lo que nos permite
hablar de opresores y oprimidos, de justos e injustos, de héroes y
cobardes. Es lo único que permite practicar con sentido la
solidaridad social y el compromiso con la liberación de los
discriminados sean éstos mayorías o minorías.
En
fin, consideraciones más detalladas en torno a la violencia, el
Estado, las instituciones, la ley y la religión, aparecen en el
trabajo titulado El
Paisaje Humano,
incluído en el libro Humanizar
la Tierra
al cual remito para no exceder los límites de esta carta.
En
cuanto al sentido de los actos humanos, no creo que se trate
de convulsiones sin significado, ni de "pasiones inútiles"
que concluyan en el absurdo de la disolución. Creo que el destino de
la humanidad está orientado por la intención que haciéndose
cada vez más conciente en los pueblos, se abre paso en dirección a
una nación humana universal. De lo comentado anteriormente surge
con evidencia que la existencia humana no comienza y termina en un
círculo vicioso de encerramiento y que una vida que aspire a la
coherencia debe abrirse ampliando su influencia hacia personas y
ámbitos promoviendo no solamente una concepción o unas ideas, sino
acciones precisas que amplíen crecientemente la libertad.
En próxima carta saldremos de estos temas estrictamente
doctrinarios para referirnos nuevamente a la situación actual
y a la acción personal en el mundo social.
Reciban con ésta, un gran saludo.
Silo.
19/12/91.