(Tercera Carta a mis amigos, Silo - 17/12/91)
Si se quisiera dar alguna dirección a los acontecimientos,
habría que empezar por la propia vida y, para hacerlo, tendríamos que tener en
cuenta al medio en el que actuamos. Ahora bien, ¿a que dirección podemos
aspirar? Sin duda a la que nos proporcione coherencia y apoyo en un medio tan
cambiante e imprevisible. Pensar, sentir y actuar en la misma dirección es una
propuesta de coherencia en la vida. Sin embargo, esto no es fácil porque nos
encontramos en una situación que no hemos elegido completamente. Estamos
haciendo cosas que necesitamos aunque en gran desacuerdo con lo que pensamos y
sentimos. Actuar con coherencia, más que un hecho es una intención, una
tendencia que podemos tener presente de manera que nuestra vida se vaya
direccionando hacia ese tipo de comportamiento. Es claro que únicamente
influyendo en ese medio podremos cambiar parte de nuestra situación.
Al hacerlo, estaremos direccionando la relación con otros y otros compartirán la conducta. Si a lo anterior se objeta que alguna personas cambian de medio con cierta frecuencia en razón de su trabajo o por otros motivos, responderemos que eso no modifica en nada lo planteado ya que siempre se estará en situación, siempre se estará en un medio dado.
Por otra parte, si pretendemos coherencia, el trato que
demos a los demás tendrá que ser del mismo género que el trato que exigimos
para nosotros.
Así, en estas dos propuestas encontramos los elementos
básicos de dirección hasta donde llegan nuestras fuerzas. La coherencia avanza
en tanto avance el pensar, sentir y actuar en la misma dirección. Esta
coherencia se extiende a otros, porque no hay otra manera de hacerlo, y al
extenderse a otros, comenzamos tratarlos
del modo que quisiéramos ser tratados.
Así, coherencia y solidaridad son direcciones, aspiraciones
de conductas a lograr