febrero 13, 2014

El Carro del Deseo - Silo




Quisiera proponerte una historia que sucedió hace mucho tiempo:

Existió un viajero que tuvo que hacer una larga travesía. Para tal efecto ató su animal a un carro y emprendió larga marcha hacia un largo destino y con un límite fijo de tiempo.

Al animal lo llamó Necesidad, al carro Deseo, a una rueda la llamó Placer y a la otra Dolor.

Así pues, el viajero llevaba su carro a derecha e izquierda, pero siempre hacia su destino. Cuanto más velozmente andaba el carro, más rápidamente se movían las ruedas del placer y del dolor, conectadas como estaban por el mismo eje y transportando como estaban el carro del deseo.
Como el viaje era muy largo, nuestro viajero se aburría. 
Decidió entonces decorarlo, ornamentarlo con muchas bellezas y así lo fue haciendo.

Pero cuanto más embelleció el carro del deseo más pesado se hizo para la necesidad. De tal manera que en las curvas y en las cuestas empinadas el pobre animal llamado por él Necesidad, desfallecía no pudiendo arrastrar el carro del deseo. En los caminos arenosos las ruedas del placer y del sufrimiento se incrustaban en el piso.
Desesperó un día el viajero porque era muy largo el camino y estaba muy lejos de su destino. Decidió entonces meditar esa noche y al hacerlo escuchó el relincho de su viejo amigo. Comprendiendo el mensaje a la mañana siguiente desbarató la ornamentación del carro, lo alivió de sus pesos y esa mañana muy temprano con su animal, comenzó al trote felizmente avanzando hacia su destino.

No obstante había perdido un tiempo que ya era irrecuperable.
A la noche siguiente volvió a meditar y comprendió por un nuevo aviso de su amigo que tenía ahora que acometer una tarea doblemente difícil porque significaba su desprendimiento.

Muy de madrugada sacrificó el carro del deseo.
Es cierto que al hacerlo perdió la rueda del placer pero con ella perdió también la rueda del sufrimiento.
Montó sobre el animal de la necesidad, sobre sus lomos y comenzó al galope por las verdes praderas hasta llegar a su destino.

Fíjate cómo el deseo puede arrinconarte...


Sabios - Guerreros y Poetas