junio 04, 2011

El Destino Mayor - Silo


 (extracto del material homónimo realizado en Mendoza, el 20 de octubre de 1989).
 
 
 


Una vez en la vida o cada tanto tiempo, uno tiene que consultarse: ¿Qué quiero? ¿Qué dirección le quiero dar a mi vida? ¿Cual es mi “destino mayor”?

Las trabas que pone el sistema hacia eso conforman en síntesis muchos de los problemas de imagen de si.
Todas las falsas esperanzas son del sistema y cuando uno proyecta su vida como que su desarrollo personal depende de la pareja, la guita, la familia, las amistades, se va a traicionar.
Así que para trabajar la traición va a tener que reconocerse fracasado, pero ¿fracasado en que?, en que ha basado sus expectativas vitales en falsas esperanzas, en otro.
Eso jamás va a resultar, porque ha basado su proyecto vital en el proyecto del otro, eso es cosificarse y cosificar al otro.

La compensación de la traición son las falsas esperanzas.
Y la mayor de las traiciones es no reconocerse, individuo con infelicidad capaz de transformarse. Y lo primero que hay que transformar es la dirección que uno tiene. Ahí aparece la resistencia: si uno transforma o se dedica a trabajar la traición, el temor o la dirección ¿tiene que destruir todo lo que ha construido?

No es así, uno al trabajar eso direcciona nuevamente todo lo que ha construido. Lo que no interesa lo deja, pero lo que interesa continua.
Si nosotros como conjunto humano, como individuos dentro de un conjunto humano no avanzamos mas, es porque no sabemos lo que valemos. Realmente no lo sabemos.
Uno descubre que su destino mayor tiene que ver con el sentido de la vida, que es de uno hacia otros, y que la forma eficaz de llevarlo adelante es el manual de organización. O sea, el espíritu es la doctrina y la forma de implementarlo es el manual.
Actuamos según motivaciones, intereses y aspiraciones, las motivaciones vienen más bien de atrás, del pasado; las aspiraciones son aquellas cosas que desearía que fueran, aunque quizás no haga mucho al respecto. Los intereses tienen que ver mas con las conductas, y ellas denotan la dirección mental.

Si uno quiere transformar esa dirección debe conocerla.
Transformar puede ser reforzar alguna cosa y dejar otras que no intereses.
Ahora yo direcciono mi vida y el otro me jode. Cuando me soy fiel a mi mismo si el otro no cumple el acuerdo no me traiciona, en todo caso me libera del acuerdo.
No hay lugar al resentimiento. Yo avanzo y el otro se queda. Lo que haga es su problema, yo avanzo y si puedo le doy una mano.

Serse fiel, vencer los temores, las resistencias, aumentar la felicidad en uno y en los demás son obsesiones que se resuelven en una: Ser feliz, útil y libre. Aprender.

Puede ser que uno se sienta fracasado, que se sienta sumergido en la chatura, que todo se lo hacen a uno. En realidad el fracaso es por no poder volar por encima y empiezan las justificaciones.
Podría uno plantearse crecer mucho, rápido y bien, y se encaja eso en el corazón. Ahí se ve que no hay justificación que valga, ahí se ve que se ha fundado mucho en falsas esperanzas, en el trabajo, en la buena suerte, en la afirmación afuera.
Reconocer el fracaso en el corazón no es grave, es decir: Bueno, sincerémonos, estas son mis falsas esperanzas, estos son mis temores, en fin cosas terrenales. Afirmación, seguridad, errores de cálculo.

Nada grave, uno podría plantearse lo otro. Habrá que tener cuidado con la degradación, podría creerse que la Doctrina vale y lo que no sirve es uno como transmisor, eso se presta al chantaje, a no poder pedirle al otro que ponga dos monedas cuando uno le ha dedicado mucho tiempo.
Un año de trabajo con alguien no vale dos dólares: que vaya a pagarle a un sicólogo para que lo escuche.

Nuestra pretensión es superar el dolor y el sufrimiento en uno mismo y en los demás.