abril 29, 2011

Ensueños, Geocentrismo, Inteligencia, Experiencias Trascendentales - Silo







Apuntes de una charla con Silo en enero de 2000


La conversación se inicia  con comentarios acerca del  ensayo titulado “ensueño y acción”, escrito por Silo; en este ensayo  se habla de las imágenes modélicas que orientaron la acción de Cristóbal Colón.  Silo comento que los ensueños orientan la vida de la gente en muchas direcciones;  en muchas ocasiones el ensueño apunta hacia un objetivo y traza direcciones de acción que terminan llevando a un punto distinto del que se estaba ensoñando,  una de las direcciones que traza el ensueño  llega a un objetivo adecuado aunque se estuviera buscando algo diferente.  Hay muchos casos de estos en la historia, y muchas realizaciones históricas han sido llevadas a objetivos adecuados desde ensueños que no tenían relación directa con el objetivo.


Posteriormente Silo hace referencia a Pascal y su ensayo sobre la vanidad, y explica que en este ensayo Pascal habla de personajes de su época y describe cómo cada uno de ellos tiene un motivo para envanecerse, explica también que el motivo de vanidad de los sirvientes de los vanidosos es precisamente trabajar bajo el servicio de un vanidoso. Los vanidosos se ubican en el centro del mundo y para ellos el resto de personas es como si no existieran.
A partir de este comentario se explica la tendencia de la humanidad de considerarse a si misma como algo único y central, se hace alusión al geocentrismo: primero se creyó que la tierra era el centro del universo; cuando se demuestra que no es así  se paso a la pretensión de que éramos la única forma de vida en el universo; ahora que las investigaciones hacen sospechar que puede haber otras formas de vida, la nueva pretensión es  que somos la única forma de vida inteligente. Es decir, siempre estamos en alguna forma de geocentrismo (la tierra como centro del universo, la vida sobre la tierra como única; la vida inteligente como única; en fin, algún centrismo).
De aquí en adelante la conversación se realiza en preguntas y respuestas. 

PREGUNTA: Uno no percibe que la tierra gire alrededor del sol; lo que uno percibe es que la tierra esta quieta y el sol se mueve de Oriente a Occidente. Se sabe que no es así, pero eso no es lo que se registra ¿Cómo lograr que el registro coincida con la realidad y no con lo que percibo de esa realidad?

Lo que se percibe se impone, no se trata de que las representaciones de cómo son las cosas se impongan a la percepción de las cosas, se trata de tener un campo de creencias acorde con la realidad que equilibre la percepción ilusoria que puede tenerse de esa realidad.


P: Uno se percibe como centro de algo, ese registro es un sistema de impulsos que permite tener diferentes formas de identidad, ¿Cuál es el problema de que uno se registre como una particularidad, como un individuo único, como el centro de algo?

No hay problemas con las diferencias, enhorabuena que todos seamos diferentes,  que cada uno sea una particularidad. El problema esta en verse a si mismo como superior y ver a otros como inferiores, actuando desde este registro se cometen muchos abusos. Si se ven así las cosas,  el registro de particularidad acompañado del registro de superioridad va a llevar a  anonadar las otras diferencias, a desaparecer lo que sea diferente para imponer su diferencia como única; entonces establecerán necesidades diferentes; esto traerá consecuencias vitales, sociales, culturales, históricas. Esto no sería problema si solo fuera un decir; pero es además un hacer; este hacer llevo a la esclavitud y a todas  las formas de opresión que se han ejercido sobre razas, pueblos, etnias, etc., que se han considerado inferiores. La superioridad e inferioridad es una construcción humana  que condiciona grupos humanos completos.

P: ¿Qué podría ayudar a modificar todo esto?
 La evidencia de que la vida inteligente en la tierra no es la única forma de vida inteligente en el universo va a contribuir a sacar a la humanidad de su vanidad, será  una experiencia integradora donde no será trasladable el esquema de  inferioridades y superioridades;  va a posibilitar la revisión de muchas de nuestras acciones y preguntarnos por el tipo de historia que hemos hecho y el tipo de vida que hemos construido; entonces diremos “que pelotudos hemos sido”. Esta  experiencia hará posible concebir otro esquema de vida.

P:  ¿La vida en el universo es un fenómeno uniforme?
 La vida es un fenómeno universal con distintas expresiones, la vida inteligente tiene múltiples modos de expresarse en todo el universo.

P: ¿Puede haber inteligencia sin soporte  físico?
 ¿Porque ha de creerse que si se desestructura el sillar físico de  la vida la inteligencia que la anima debe desaparecer también? Son posibles expresiones de inteligencia sin sillar físico, es posible el registro de inteligencia sin sillar físico, pueden haber inteligencias que no tengan el soporte orgánico. ¿Por qué creer que todas las formas de vida inteligente necesitan para su expresión de un apoyo químico del tipo del carbono o del silicio?.

P: ¿Esas inteligencias son diferentes entre si?
Hay muchos modos de inteligencia en el universo y todos esos modos tienen en común el establecer relaciones coherentes y actuar de manera creciente. No solo relaciones racionales al estilo Descartes. Hay leyes metauniversales para la inteligencia, lo fundamental de la conciencia humana es válido para toda forma de conciencia. El esquema de la intencionalidad que liga actos y objetos de conciencia es universal (Brentano).

Este modo de acción intencional por parte de otras inteligencias es visto en las representaciones que hacen las culturas de sus dioses tradicionales: en la descripción védica de Brahma se observa el esquema intencional operando (ligando actos y objetos) en el sueño de Brahma (era la nada, duerme, sueña y cada uno de sus sueños es la creación de un universo, y al despertarse el universo desaparece: reposo absoluto). Los sueños de Brahma son las imágenes trazadoras que crean mundos (estructura de acto objeto operando en el sueño), cuando despierta desaparece el universo.
En el medioevo era tanta la expectativa colectiva en un mundo nuevo, que estas expectativas crearon en la ensoñación individual la imagen trazadora que dirigió la acción hacia el descubrimiento de un mundo nuevo. (Colón).
El descubrimiento de otra vida inteligente va a ayudar a dar un salto importante.

P: Siguiendo con lo dicho de que las teorías, que describen los fenómenos tal cual son, crean un campo de creencias que equilibra la no-coincidencia de la percepción cotidiana de los fenómenos con la realidad de dichos fenómenos, la pregunta ahora es: ¿Respecto a la muerte, en donde lo que se percibe es la disolución y la desaparición existencial de quien fallece, habría una teoría que ampliara el campo de creencia y permitiera un emplazamiento mental más adecuado respecto al hecho de la muerte?

La ilusión de la percepción de la muerte no se resuelve con teorías, se resuelve con experiencias. La experiencia de la muerte nos pone en el campo religioso, en el campo de la experiencia trascendental. En el origen de las religiones se encuentra siempre la experiencia trascendental, esta experiencia produce en el momento de su irrupción histórica un impacto tan fuerte, que a pesar  que luego la experiencia se diluya y se pierda,  la inercia que deja es de tal magnitud que las generaciones que la suceden crean rituales, iglesias, organizaciones jerárquicas que se mantienen por cientos y miles de años posteriores al  impacto original. Este impacto original es tan fuerte que después de desaparecer aguanta todo eso que surge y que no tiene nada que ver con la experiencia original.
Primero la experiencia original se tiene, luego algunas generaciones alcanzan a rasguñar algo de ello y después se alejan y se va formando toda esa superestructura de ritos, iglesias, jerarquías, etc.
La experiencia trascendental pega en momento histórico y pasa, afecta profundamente a la gente que es contemporánea a esa irrupción trascendental. Esta irrupción debe ser compatible con el momento histórico;  hay momentos históricos que no permiten el surgimiento de estos fenómenos. Hasta que se abre el medio,  estas experiencias surgen.
Cuando estas irrupciones se acercan empieza a variar el medio histórico y se producen fenómenos extraordinarios en el siquismo colectivo,  enormemente perturbadores; desde esta perspectiva entendemos  las leyendas de ciclones,  aerolitos, cometas que preceden a estos fenómenos. Las alegorías de cada época presentan de un modo plástico los cambios dramáticos de la conciencia colectiva. Lo  trascendental necesita de condiciones sicosociales para que implete en la historia humana;   esta irrupción afectará el tiempo particular de cada persona.

Esta es una época de grandes perturbaciones, esta es una época prerreligiosa

P: ¿Cuáles son las condiciones históricas que deben darse para que la irrupción de lo trascendental se produzca?
Se pueden precisar condiciones como:
* Que la cultura donde vaya a surgir el fenómeno,  esté pasando por un proceso de desestructuración acelerada.
*  Que esos fenómenos den origen a una nueva civilización.
No surge una nueva civilización sin esos fenómenos


P: ¿Podrías explicar a que te refieres cuando hablas de la irrupción del fenómeno trascendental en la historia?
Para referirnos al tema de lo que se conoce como experiencia trascendental,  vamos a recurrir a algunos ejemplos históricos de ciertos tipos de experiencia que sin ser trascendentales pueden parecerse por sus características  a las experiencias trascendentales que  impactan  a unos, afectan a los que le suceden y después crean inercia suficiente como para continuar con algo que se perpetúa a través del tiempo; veamos algunos casos:
En la historia hindú en algún momento aparece entre sus deidades el dios soma y rápidamente va ganando en importancia,  de manera que el resto de dioses va disminuyendo su influencia hasta quedar convertidos en dioses  menores y el  dios soma se convierte en la divinidad máxima del Panteón de dioses. Lo que explica el ascenso de este dios y su ubicación en el lugar central es que del dios soma la gente podía tener experiencia; no solo se hablaba del  dios sino que se podía entrar en contacto con él, al dios soma se le podía sentir.
Este contacto era posible gracias a que los sacerdotes,  quienes estaban en contacto con el dios soma,  podían habilitar a la gente el contacto con este dios. Los sacerdotes, le contaban a la gente lo que era estar con el dios  y además los habilitaban para que tomaran contacto  con el dios soma. Para esto,  los sacerdotes realizaban ciertos rituales donde la gente iba con cuencos en los que los sacerdotes  orinaban y los asistentes tomaban la orina del  “hombre santo” y al poco tiempo experimentaban la presencia del dios soma.  Todo lo anterior se explica porque el soma era una bebida con poder alucinógeno que ingerían los sacerdotes (gracias a ello tenían la experiencia),  y los principios sicoactivos de esta substancia pasaban a la orina sin ser metabolizados; debido a esto los asistentes a la ceremonia del soma,  al beber la orina del sacerdote,  también tenían la experiencia.
La casta sacerdotal  tenía,  gracias a la bebida del  soma,  acceso a una experiencia alucinógena. Esta bebida  por sus propiedades químicas conserva su poder sicoactivo  en la orina,  lo que permite  a quienes la tomen    tener acceso a una experiencia impactante.
La experiencia del dios soma la administraban los sacerdotes (lo que les facilito crear una casta sacerdotal poderosa); después con el transcurrir del tiempo esas experiencias no se tuvieron más y solo se hablaba de ellas, se cuenta lo que fue la experiencia de tomar contacto con el dios soma.

Primero es experiencia, luego cuando deja de ser experiencia su recuerdo es lo suficientemente intenso como para crear un hito generador de toda la superestructura que se va a formar y va a ir en el tiempo mucho más allá del momento de su manifestación original.
Casos similares de activación de fuertes experiencias,  producidas a partir del consumo de substancias,  se produjeron alrededor del culto a Dyonisos. Sin el apoyo de las experiencias  producidas,  por las sustancias en juego, estas formas  no hubieran ido mas allá de su momento.
En todos estos casos se producían fuertes experiencias sicológicas  que se acercaban  a lo que se podía presentar en una experiencia trascendental. Estas experiencias les permitía intuir lo que podría ser la acción de un dios; les permitía intuir acerca de la realidad (distinta a la cotidiana)  de la que se les estaba hablando. Al practicante le quedaba claro que esos mundos y dioses de que les hablaban eran posibles,  que no eran sólo  discurso. Antes de tener la experiencia la aceptación de todo eso no existía.

P: En los ejemplos específicos y particulares que has dado, las personas del común tenían acceso a esas experiencias impactantes gracias a la ingestión de alguna sustancia sicoactiva ¿Es posible tener acceso a este tipo de experiencias sicológicas impactantes, que disponen a aceptar al existencia de otras realidades, sin acudir a ningún tipo de sustancia sicoactiva?
Si es posible, recuerda históricamente cosas como:
yo te voy a enseñar a orar  y tu harás lo que yo te diga si quieres tener acceso a ese tipo de experiencia.”
Sería algo como decir: “yo,  por el poder de la palabra te voy a enseñar a liberar endorfinas y tu vas a hacer lo que yo te diga si quieres tener acceso a este tipo de experiencia. Podrás discutir o  no, pero si quieres tener la experiencia harás lo que te diga sin ninguna discusión.”
Con formas así,  sin el uso de sustancias químicas,  tendrás acceso a ciertos registros de tipo sicológico, que te pondrán en resonancia con otro tipo de experiencias distintas a las experiencias cotidianas.  Es este tipo de experiencias  en un momento histórico, lo que crea un gran impacto en la población.
Hay diferentes formas de poner al cretinaje en resonancia mínima.

P: Estas experiencias sin substancias y de alto impacto sicológico ¿Son experiencias trascendentales?
No, estas experiencias no son trascendentales,  pero si te permiten darte cuenta que hay otras realidades. Estas experiencias te impactan, te impactan existencialmente, te impactan en tu vida, te crean un despelote. Todas estas experiencias son corporales, te liberan endorfinas: la oración tiene que ver con el cuerpo, las experiencias sicológicas  impactantes tienen que ver con el cuerpo.


P: Todo esto que  está ocurriendo: enrarecimiento, superchería, magia, etc. y todo este estado prereligioso en  desarrollo  ¿esto solo basta para que haya un cambio?
No porque aquí no hay conciencia dirigida, la conciencia esta en pasivo, está sufriendo estas perturbaciones, no las está dirigiendo. Lo importante aquí es una dirección que le sirva a todos; aquí hay que dar un mensaje, aquí hay que hacer un aporte.
Paralelamente, a todo el enrarecimiento,  se está cayendo y destruyendo la vida de la gente: problemas económicos, sociales,.. Esta destrucción tiene muy diversas expresiones,  desde la guerra en Chechenia hasta el que se suicida lanzándose desde un quinto piso. No solo están ocurriendo  perturbaciones sicológicas, es algo mucho más grave. Acá hay que hacer un aporte.

P: Entonces,  ¿Las experiencias de las que hablabas son suficientes?
Estas experiencias solas no son suficientes. Estas experiencias tienen la gran virtud que hacen sensible a las personas hacia un relato trascendental. Tiene que haber un relato trascendental.  Solo el relato,  sin las experiencias que disponen a la gente a escuchar el relato y permitir que direccione sus vidas,  no será suficiente.   Estas experiencias permiten advertir que hay otras cosas,  por esto son experiencias muy importantes. Experiencias acompañadas de un relato, que tiene que ver con lo trascendental.

P: ¿Este relato queda como un mito fundacional?
No, este relato es la realidad, queda como una realidad. Siempre el que presenta él relato  aparece como dios, o el enviado de dios, o el hijo de dios; o el profeta de dios,  es decir, como alguien que sabe como es, como alguien del gremio. El relato cuenta una cosa que da dirección, que acerca a lo trascendental.
A medida que se acerca el tiempo histórico  (no el tiempo mítico) de la impletación con lo transcendental aparecen milagros, prodigios, rarezas; después de que ocurre y el fenómeno se aleja en el tiempo estas cosas ya no ocurren. Los milagros, prodigios y demás cosas que se describen que acompañaron a los tiempos históricos próximos a una irrupción de este tipo, son hechos reales, verdaderamente ocurrieron.   

Necesitamos:  un mundo desestructurado, que se produzcan estas experiencias y un relato. Se dirá lo que se tiene que decir, en un momento histórico preciso, no antes, ni después.








abril 25, 2011

Software y Hardware - Silo

Ilustración de Rafael Edwards





Oh, Newton, Newton, ¿qué hubieras soñado
si te hubieras comido la manzana?


Ficciones - extraido del libro: El Día del León Alado, de Silo. 


Querido Michel:
En pocos minutos abandono la villa olímpica de Oslo. Quiero que me recuerdes como un buen amigo aún cuando te haya chocado, según confesaste una vez, esa “monstruosidad” que siempre observaste en mi conducta. Pongo en tus manos estos recuerdos en fragmentos porque en ellos podrás encontrar algunas explicaciones de las muchas que te debo. Además, lo hago como reconocimiento por el tiempo que tuviste que aguantar a este discípulo incomprensible y anormal.
¡Hoy brindo por ti que acabas de producir al gimnasta más grande de todos los tiempos! En el futuro, cuando compruebes que tus muchachos no logran superar mis marcas, procura no mortificarlos; ni ellos ni otros muchachos en el mundo podrán hacerlo ya que las probabilidades están en contra de ese intento. ¡Au revoir!

El absurdo de la gravitación universal

Estaba, como siempre, la ley de Gravedad. Yo sabía que alguna vez, aunque fuera una sola, esa formulita de caída de los cuerpos en el primer segundo, G = 9m 7800, no resultaría. Entre las leyes de caída, me interesaban las referentes al espacio y a la velocidad. La primera decía que “los espacios recorridos son proporcionales a los cuadrados de los tiempos que se tarda en recorrerlos”. Y la segunda: “La velocidad adquirida es proporcional al tiempo transcurrido en el descenso”. Por eso, desde el escolar que trabajaba con los planos inclinados y las máquinas de Atwood hasta el físico nuclear de hoy, he pasado un tiempo pesquisando esa absurdidad científica. Estaban los globos aerostáticos, los aviones y los cohetes que salían de la Tierra; estaba la rejilla voladora de Minkovsky que se elevaba por impulso iónico; estaban los superconductores y los campos electromagnéticos opuestos, como promesa del anti-gravitacional. Pero yo seguía en la máquina voladora de Leonardo y en el primer aparato de los Wright, una línea que arrancando en los sueños nocturnos terminaba en los libros de cuentos. Así, me resultó sencillo interpretar al Principito de Saint Exupery y al Juan Salvador Gaviota de Bach como las producciones de dos individuos que tenían el mismo oficio de aviadores en su vida extra literaria y que estaban obsesionados por liberarse de G = 9m 7800.

También cayeron en mis manos las Propuestas para el próximo milenio, de Italo Calvino. El autor proponía la “levedad” como recomendación para los escritores del futuro. Citaba a Cyrano y a Swift; el uno volando a la luna, el otro sosteniendo la isla de Laputa mediante un imán. Mencionaba a Kundera y creía ver en La insoportable levedad del ser la ineluctable pesadez del vivir. Finalmente decía: “...es cierto que el software no podría ejercitar los poderes de su levedad sin la pesadez del hardware, pero el software es el que manda, el que actúa sobre el mundo exterior y sobre las máquinas”. Sin embargo, esta verdad llevada a sus últimas consecuencias lo hubiera movido a catalogar como “desnaturalizado” el trabajo sobre el cuerpo humano considerado como simple hardware de un software inteligente. Calvino, como todo intelectual, no podía saber en la práctica qué es el propio cuerpo y no hubiera comprendido que gracias al trabajo sobre él, hubiera logrado la liviandad que buscaba.

La máquina empieza a trabajar

Desde pequeño me llevaban a exhibiciones y torneos, pero no tenía edad para ser admitido en gimnasia deportiva. Así es que pasaba horas haciendo las ridículas series suecas, danesas y de calistenia, dirigido por profesores que se correspondían con tal actividad. El que no era viejo, calvo y gordo, como mínimo se presentaba en camiseta, con indecentes zapatillonas y amplios pantalones cortados hasta las rodillas. Seguramente de ahí partía mi aversión a esa ropa deportiva relacionada con ciertos estilos culturales: pantalonazos de golf y de montar, shorts de futbolistas y de rugbiers culones que, finalmente, desbordaban a la moda en la monstruosa bermuda o en su prima la falda-pantalón. Qué sorpresa me llevaría años después al encontrarme con los campeones de Dinamarca que criticaban a la gimnasia danesa; con la primera línea del equipo yanqui que se mofaba de las bermudas y con las gimnastas alemanas que aborrecían la falda-pantalón. “Sensibilidad común”, me diría, y quedaría reconciliado con el Universo.
Un día permanecí escondido en los vestuarios al terminar la clase de lo que llamaban “educación corporal”. Luego, deslizándome por unos pasillos casi de hospital, llegué a una escalera. Subí y terminé ubicado en un balcón que se usaba para observar las exhibiciones. Era una amplia gradería que estaba totalmente a oscuras. Me ubiqué en un rincón muy protegido y desde allí miré al gimnasio principal que me estaba vedado. ¡Fue la visión del Paraíso! Paredes forradas con enormes espejos, sogas, trapecios, barras, paralelas, caballos con arzones, anillas, trampolines... allí estaba todo. Colchonetas hasta donde la vista se perdía, camas elásticas que permitían volar en cada salto, fosos acolchados para recibir el escape de una pirueta peligrosa. Pero lo más importante, allí estaba el equipo de primera categoría haciendo ronda al entrenador que gritaba como un loco: “El puntaje es fuerza, velocidad, equilibrio, ritmo, resistencia, reacción y elegancia... quien no tenga trabajado algo de eso pierde décimas, o sea, ¡pierde! Y tú, ¡bolsa de papas!, en gimnasia no se suma como en los insignificantes deportes en los que se acumulan goles, puntos o tantos, sino que se resta, se descuenta por error cometido.”

Pasaron meses, pero el mismo día de mi cumpleaños, mostrando el carnet al Cancerbero de la entrada, vi como se abría la puerta de vaivén y entré triunfalmente. El olor a cera, magnesio, resina y colchonetas llenó mis pulmones como el aire del amanecer. Pero bastó pisar las maderas lustradas para que una mano me levantara en el aire tomándome desde el pantalón. “¡Te faltan los elásticos!” chilló, y quedé depositado fuera del gimnasio. ¡Ya les haría pagar más adelante ese regalo de cumpleaños! Al día siguiente arremetí de nuevo y ya nadie se fijó en mí. Fue entonces cuando empecé a trabajar realmente bajo la dirección de un profesor que me ubicó en la categoría “infantil cero”. Bajo su dirección un grupo de veinte aprendices iba a pugnar para no ser desplazado por inepto. A los seis meses, quedábamos cinco del plantel inicial y pasamos a manos de otro preparador, mientras el primero recibía una nueva camada. Los cinco nos encontramos haciendo semicírculo frente al torturador que empezó por mirarnos uno a uno de abajo hacia arriba. “¡Te faltan los elásticos!”, me gritó. Entonces los bajé, cosidos como estaban por dentro del pantalón, y los pasé bajo las zapatillas.
–Ahora dime tu nombre, nada de apellidos; aquí solo hay nombres, edad y trabajos anteriores.
–René, siete años y medio, dos años de esa “cosa”.

El profesor abrió los ojos como platos. Y cuando repetí que la educación física anterior era una “cosa” a la que me resistía llamar “gimnasia”, recibió un flechazo in cuore. De inmediato pasé a ser el preferido comenzando a trabajar el doble que los miembros del grupo, sirviendo a cada rato como ejemplo de pésimo practicante. Ese desafío me ayudó más que cualquier entrenamiento. Desde el comienzo me encantó esa forma dura y sin hipocresías acarameladas; después de todo, ellos querían obtener campeones y yo quería que mi cuerpo fuera el juguete más cercano.

El retardado y la mosca

Desde mi nacimiento hasta los cuatro años fui un niño retardado. Mis reflejos no respondían bien y repetía cualquier operación sin poderla manejar hasta que la entendía. Quiero decir que si debía recoger un cubo, no importaba cuantas veces se me ejercitara en el mismo trabajo porque siempre resultaba igual, o sea, mal. Todo lo volvía a realizar cada vez como si fuera la primera y, por ello, tampoco aprendí a articular palabra. Recuerdo cómo mis padres me invitaban a decir “mamá” y “papá”, pero yo sólo veía sus enormes bocazas, oía sus sonidos y sentía sus extraños deseos. Un día se posó una mosca en mi cara, luego voló y sentí una diferencia entre la sensación que me quedaba y la que el insecto se llevó, allá por el aire. Cuando interpreté su vuelo decidí que mi mano lo alcanzara y esto fue hecho a tal velocidad que la enfermera cuidadora salió gritando a dar la buena nueva. Pero cuando empecé a caminar a los tres años ya seguí aprendiendo cada vez con más perfección de manera que en poco tiempo podía hacer equilibrio en los lugares más insólitos. Creo que algo similar ocurrió cuando entendí la articulación del lenguaje. Unicamente cuando estuve listo y ante el clima de opresión que sentí a mi alrededor, puse en marcha la máquina del habla, cada día con mayor velocidad y destreza. Como en aquellos tiempos corría la teoría de la “maduración” de los centros nerviosos, se llegó a la conclusión que yo era normal pero que había “madurado” más lentamente de lo esperado. Así fue cómo, para evitar recaídas en la idiocia, me llevaron a dicción, representación teatral, música y calistenia. Si la intención de esa buena gente era que yo respondiera a los códigos educativos, hasta los cuatro años fue imposible porque era retardado, y a partir de los cinco ya había tomado en mis manos las funciones más importantes.

Cuando entré en la escuela, volví a la temida imbecilidad porque no podía resolver como 2 era igual a 1 + 1. En verdad, ahora mismo sigo sin entenderlo, porque decir que son iguales dos representaciones diferentes es un misterio extraordinario. Luego, cuando arreglaron las cosas explicando que no eran iguales sino “equivalentes” y entendí cuál era el sistema de convenciones que utilizaban, la situación mejoró. Pero quedaba en pié un problema: no podían pedirme que estuviera atento a una explicación sobre los héroes nacionales si los maestros eran libros vivos y abiertos. En sus tonos de voz, en sus gestos y movimientos corporales, en sus desequilibrios emotivos, yo repasaba la historia desde el molusco a Napoleón. Este problema lo solucioné tiempo después cuando empecé a ejercitarme escribiendo con cada mano cosas diferentes. Con la izquierda resumía las explicaciones, con la derecha mis observaciones sobre cada músculo y respiración del profesor de turno. Hasta que, finalmente, ya lo podía hacer a diario sin escribir. Con el tiempo, pude atender simultáneamente a los temas y situaciones de cada persona que se presentaba en un conjunto.

Adrenalina y tragedia griega

En la escuela arremetía en todos los juegos llevándolos hasta el límite, rodeado de torpes compañeros que se fatigaban al primer esfuerzo. También, hasta los siete años me interesé en todo tipo de deportes. Pero cuando ingresé en la categoría infantil cero, comencé a descartar el músculo blando y de reacción lenta del nadador; el músculo en paquete del boxeador y del pesista; el músculo fibroso del atleta. Sólo me quedó algún respeto por la altura lograda en la pértiga y por el salto ornamental. Sin embargo, en el primer caso se ascendía apoyado en una vara y en el segundo se hacían las piruetas cayendo como un plomo. Estaba claro que todos los deportes producían una formación muscular irregular, o daban velocidad a una parte del cuerpo y lentitud a otra. Solamente la gimnasia lograba lo que yo buscaba. Pero en esa actividad no se trataba simplemente de régimen alimenticio, de horas de entrenamiento diario o de sueño equilibrado, sino de la precisión de un programa que manejaba al cuerpo. Y esta idea la hacía extensiva a otras actividades con la prudencia del caso. Si hubiera dicho a mis mentores de representación teatral, o de música, que mi interés último era convertir a mi cuerpo en un instrumento altamente perfeccionado de un programa, hubieran pensado que era otra de mis humoradas. Ellos no podrían comprender que también mis bromas apuntaban al mismo objetivo. 

Por eso cuando perfeccionaba el rol que volcaba en la escena o cuando saltaba en los pentagramas componiendo música, afinaba en realidad cada músculo y hacía consciente cada víscera. Una vez, en la Medea de Eurípides me planté en el escenario y, al final, representando a Jasón dije: “¡Escucha, Zeus, las palabras de esta pantera siniestra! ¡Te pongo por testigo de cómo me prohibe tocar siquiera esos queridos cadáveres!”. ¿Por qué el público aplaudió mi arte con tal vehemencia? Lo diré de una vez: porque supe volcar la glucosa, la insulina, la adrenalina y las hormonas, a la expresión dramática.
De la música extraje la comprensión del ritmo interno de los movimientos. Al principio fue un metrónomo con el que regulaba las tijeras, contratijeras y pasodobles en el caballete. Luego empecé a canturrear algunas melodías mientras lanzaba los justes en anillas. Posteriormente utilicé fragmentos de Orff en las series obligatorias de concurso. Al final, programaba las series libres sintiendo a mi cuerpo ejecutar órdenes dodecafónicas, en donde cada músculo era un instrumento diferente armonizado en sinfonía.
Y me pareció que algo similar buscaban los soviéticos. Siguiéndolos durante días en la cámara lenta del vídeo, reconocí al maquinismo de Prokofiev tras sus movimientos. Ellos aún estaban en la etapa física de utilizar a la música como apoyo objetivo y no penetraban en la función mental que transfería la imagen musical a la acción corporal. En palabras sencillas diría que ellos trabajaban con la percepción mientras yo, día a día, externalizaba la representación. No obstante, aquél equipo fue el adelantado de su época al introducir en la concepción tradicional los movimientos de danza. Su técnica chocó en los concursos con los jueces occidentales pero, con el correr del tiempo, esa escuela fue imponiéndose hasta barrer en los torneos. Por su influencia, y con la llegada de la gimnasia artística femenina, las rumanas terminaron de producir aquel despegue que asombró al mundo.
A los trece años era campeón juvenil en todas las disciplinas y ya estaba entrenando la independencia de las sensaciones visuales. Vendado, pasaba de aparato en aparato mientras medía las distancias con mis sensores internos; entre tanto, la música hacía lo suyo. En esa época aprendí que la carrera para tomar velocidad en el salto al caballete y en cuerpo libre no debía hacerse en puntas de pié como se enseña en gimnasia, sino desde la planta hacia adelante describiendo un círculo imaginario con las piernas, y achicando su diámetro en función de la distancia al punto del salto. Y los saltos mismos debían seguir una secuencia talón-planta-punta produciendo esos desplazamientos largos y suspendidos que se había observado antes en bailarines como Nijinsky y que la crítica de ballet consideró en su época como “vuelos imposibles”. Esos no eran vuelos aún, sino movimientos simples en los que se comprometían desde los abductores, rectos y vastos del muslo, hasta los ligamentos anulares del tarso.

Otro punto importante que perfeccioné fue el referido a la calidad de resistencia, mejorando la capacidad de proveer oxígeno, de eliminar anhídrido carbónico y ácido láctico, y de aumentar el rendimiento de varios órganos exigidos como pulmones, corazón, hígado y riñones. Sobre la base del principio de duración y de intervalo, trabajé la resistencia general anaeróbica, como la entendía Hegedüs, y que otorgaba resistencia en deuda de oxígeno útil para los esfuerzos súbitos y la velocidad; distinta a la resistencia localizada en un grupo de músculos. Pero luego de observar comportamientos, que estudié en distintos deportistas, me convencí que la falta de oxigenación cerebral producida por entrenamientos mal dirigidos, los llevaba a la disminución de algunas funciones. Por eso me concentré en la respiración que adiestré para que jamás estuviera retenida sino que, inspirando por la nariz y expirando entre los dientes, siempre funcionara como un péndulo que acompañara a mis movimientos. Tampoco dejé que el corazón pasara de lo que llamé “umbral de ruptura aeróbica” y que clavé en las 180 pulsaciones por minuto.

¡Con paranoia no llegaréis muy lejos!

Periódicamente, tanto la Comisión Nacional de Deportes como el gran maestro Michel, me pedían que diera algunas recomendaciones a los gimnastas del país. Esa vez lo haría con el equipo que estaba por viajar a Bruselas para disputar la clasificación zonal.
En el gimnasio central comencé a dar explicaciones al grupo que, formado en semicírculo, escuchaba y tomaba notas. Desarrollé la concepción clásica a la que había que atenerse para lograr un buen puntaje en aquello que los jueces llamaban “elegancia”. Para ellos, elegancia era lo mismo que puntas rectas en pies y manos; juntura de muslos; cabeza erguida; hombros bajos; entradas y salidas claramente marcadas... Pero agregué que eso era solamente la coraza de la gimnasia; que cuando los griegos inventaron las Olimpíadas pusieron el alma en el cuerpo. Consecuentemente, en los gimnasios los filósofos desarrollaron sus ideas y allí también se inspiraron pintores y escultores tomando por referencia la plástica corporal. El cuerpo era para ellos algo que se debía humanizar y no simplemente un objeto natural, como en el caso de los animales. Pero pronto interrumpí el discurso al percibir en los oyentes esa impaciencia agitada por el vedetismo y la arrogancia. Toda consideración era inútil si no se refería estrictamente a sus intereses inmediatos. Desde luego, querían sobresalir como seres excepcionales.
Así, estaba ante los mequetrefes que se sentían superhombres. Sabía muy bien que en sus turbias cabecitas empezaba a anidar el sueño imposible de los campeones, según el cual se pueden producir caídas más lentas que permitan introducir ejercicios crecientemente complejos en una serie dada. Algo así le pasaba a virtuosos de otros campos, como Houdini, que se entrenaban cada vez con más rigor para escapar de un encierro, tratando de romper ciertos límites físicos. En éstos últimos, la lucha era contra la ley de impenetrabilidad de los cuerpos, así como en nuestros bizarros muchachos era contra G = 9m 7800. Procurando diluir el síndrome paranoide quise disuadirlos de algo que era irrealizable, por lo menos para ellos.
Entonces dije: “Las masas animadas de rotación tienden a alejarse de su eje, siendo la fuerza centrífuga proporcional al cuadrado de la velocidad de dicha rotación. En el Ecuador la centrífuga es 1/289 de la intensidad de G, correspondiendo 289 al cuadrado de 17. Si el movimiento circular es 17 veces más veloz que la rotación de la Tierra, G es nula. La rotación es de 1.665 km/h, por tanto se necesita superar los 28.305 km/h para escapar de la Tierra. Ahora bien, buenos chicos, cuando giran en gran vuelta en la barra fija, ¿qué velocidad promedio alcanzan? Pues alrededor de 60 km/h. Es todo centrífuga, ya que la barra no ejerce prácticamente acción de gravedad. Si tu peso es de 75 kg, a 60 km/h ejerces sobre la barra una tensión equivalente a 300 kg. Cuando te sueltas en mortal de escape puedes llegar a subir mucho más alto que la altura de barra, haciendo tres giros comprimidos en roll o dos estirados en plancha. Existe un punto muerto que se presenta cuando ni subes ni bajas... ¿en qué momento se produce? Lógicamente a mitad de la serie de triple mortal en roll o doble en plancha. ¿Y cuál es la altura en ese momento? Desde luego que la máxima, siempre por encima de barra... En ese instante tu peso es cero. Pero la gravedad hace que toques suelo antes de un segundo ya que estás a menos de 9 metros, 78 centímetros de altura. Bien, hermosos querubines, ¿cómo podríais volar en esas deplorables condiciones? Para empezar, sería necesario poder dar 6 giros en roll o 4 en plancha y ello sería posible si la velocidad creciera a 120 km/h, por tanto el peso aumentaría a 600 kg que tendrías que sostener en tus dos manos sin soltarte antes de tiempo. Aún así, alcanzando más de 9 metros de altura sobre el suelo, caerías luego como un piano. Si al segundo giro imprimieras gran cantidad de tirabuzones, se produciría una descomposición de fuerzas parecida a la de un giróscopo que con su centrífuga podría igualar a G. Pero tendrían que ser hechos a tal velocidad que perderías hasta la ropa, además de romperte el último huesecillo. Desde luego estaría la elasticidad de la barra que podría favorecer el escape pero, de todas maneras, en menos de un segundo estarías pisando suelo. Para colmo, nadie ha efectuado más de dos planchas con un tirabuzón de escape. Por tanto, jamás se superará el segundo de tiempo antes de la caída. Así es que los sueños que obsesionan a los grandes de la gimnasia deben quedar reservados para cuando sus cabezotas animalunas descansen en la almohada. A sacarse pues el mito de sobrepasar el instante límite de suspensión. ¡He dicho!”.
Me miraron con odio. El mismo que he visto en los ojos de los físicos cuando se les refriega la velocidad límite a 299.792 km/s. Todos saben que es así, y así también lo explican ellos. ¿Pero con qué derecho alguien viene a insistir? Seguramente una voz interna les dice que algún día esos límites van a saltar en pedazos. Los físicos, a diferencia de los gimnastas, no se permiten escuchar sus deseos, a menos que en un descuido extiendan su mano y engullan la lustrosa manzana de Newton o las manzanas celestiales de Röemer (si se trata de gravitación, o de velocidad de la luz).

Un momento después de la anécdota, saqué un dinamómetro digital que había construido y coloqué sus dos terminales en los apoyos centrales de la barra. Luego pedí que se observara con cuidado en el visor el aumento del peso en función de la velocidad. Salté a la barra, subí en vertical al tiempo que exigía la lectura en voz alta, y comencé a girar en gran vuelta. Un coro certificó: —280... 290... 150... 90... 50...
Entonces, solté el típico doble mortal con tirabuzón y caí clavado en puntas de pie en la colchoneta. Había ocurrido que, según indicara el aparato, a medida que aceleraba el giro comenzaba a disminuir el peso... lo cual era absurdo. Como nadie preguntó nada, quedó claro que se había pensado en un defecto en la marcación del dinamómetro. Así es que ellos se limitaron a tomar nota de la corrección del ejercicio, con lo cual terminó la exposición teórico-práctica.

Esa extraña vibración

Durante largo tiempo me dediqué a convertir mi cuerpo en una suerte de imagen sonora de manera que oscilando desde adentro, cada célula expulsara esa vibración en primer lugar a la barra, luego a los tensores, de ahí al piso y, por último, a las paredes y a la masa de aire del gimnasio. Se trataba del alma de la música traducida en la más bella expresión de la elegancia corporal. Como una guitarra que vibra emocionada al pulso de una cuerda y que transmite su voz haciendo resonancia con otros objetos y con el oído humano, mi cuerpo sería el instrumento del caso. De paso, transmitiendo la vibración a los cuerpos circundantes, la fuente emisora sería retropropulsada.

Así llegó el día de hoy en el que las Olimpíadas habrían de convertirse en un evento artístico. No contaré lo que ocurrió a lo largo de la jornada en que logré los máximos puntajes en todos los aparatos gimnásticos. Relataré la parte final que, para mi gusto, fue la mejor.
Ante el silencio del público, la expectativa de jueces y gimnastas, la atención de millones de televidentes, me encaminé lentamente hasta la barra. Pisé un trozo de resina para que mis zapatillas no resbalaran en el piso al salir de la colchoneta; restregué mis manos en el polvo de magnesio para anular toda posible transpiración; marqué la figura de entrada bajo la barra y, aspirando, me colgué de ella. En pocos segundos desarrollé varios ejercicios llegando al final de la serie. Puesto en vertical comencé la gran vuelta. En los primeros 90 grados del giro ya estaba sintonizado; a los 180 empezaron las ondulaciones desde adentro hasta toda la masa muscular; a los 270 la barra comenzó a vibrar siguiendo mi representación interna; a los 360 llegaba nuevamente a vertical y se expandía una onda hacia los tensores y el piso del gimnasio. Comencé la segunda vuelta a una velocidad desmesurada invirtiendo los mecanismos mentales que indicaron: “.agufírtnec im rop oluna euq al se atneuc euq dadevarg al y eje im se arrab al euq ay ,(l nes 88170500,0 + 75520199,0) 2ip = g dutital al ed ones led odardauc la etnemlanoicroporp ,arreiT al ed osac le ne ,olop la rodauce le edsed ecerc euq nóicareleca la ed nóicalsart al ocop atropmi Me. 2 - (R/a + 1) g = (R/a + 1) /1 g = ‘g ednod ed ,2 (a + R) : 2R :: g : ‘g ,eyunimsid osep le sartneim dadicolev al otnemua ,edecorter negami im sartneim opreuc le noc oznava sodarg 09 sol A”. Pero ya a los 180 grados introduje la sinfonía que elegí para esa ocasión, contando además con que fuera fácilmente reconocible por el público... “una concesión, pensé, pero es bueno que todos lo pasemos bien”. En ese momento, mientras hacía mis cálculos ya había escuchado velozmente el movimiento tercero de la sinfonía y llegaba al cuarto dejando atrás al barítono y las cuatro voces. La barra onduló. Los tensores, el piso y las paredes, comenzaron a amplificar la emisión. Así es que reemplacé las voces humanas por bronces al viento luego del gran calderón de la partitura mental. Y poniendo todo en Fa Mayor estalló La Coral de Beethoven con sonidos luminosos en los que no se reconocían ni coros ni bronces convencionales... Todo el ambiente se inundó de música; el público saltó de sus asientos como impulsado por resortes; los papeles de los jueces volaron por los aires y varios gimnastas cayeron de espaldas dando con sus traseros en colchonetas, pisos de madera y recipientes con magnesio. Pasé una segunda vez por los 360 grados mientras me regocijaba con la ridícula Oda de Schiller que Beethoven había musicalizado: “¡Al Querubín le es dada la contemplación de la Divinidad! ¡Al mísero gusanillo, le es concedida la voluptuosidad!”, y que en el original estaba dispuesto en otro orden: “¡Wollust ward dem Wurm gegeben und der Cherub steht vor Gott!” Los hermosos querubines rodaban por el suelo como míseros gusanillos con el culo empolvado en magnesio...
Finalmente a los 270 grados de la segunda vuelta solté el escape y girando como un trompo en veloces tirabuzones subí en mortal en plancha y así tres veces más hasta llegar al punto muerto a más de 10 metros de altura sobre el suelo. Entonces comencé a descender como esos cohetes que lentamente alunizan. En cinco largos segundos me posé en puntas de pie sobre la colchoneta y di por terminada la serie. Aprovechando el desconcierto general, me escabullí rápidamente al tiempo que un sujeto vociferaba: “¡Bajen la música! ¡Han perturbado una serie extraordinaria con los baffles de alta potencia!... ¡Irresponsaaables!”.
Ahora estoy en esta habitación terminando de escribir con la mano derecha mientras trato de atravesar la madera del escritorio con el índice de la mano izquierda. Y me pregunto: ¿tendré que aceptar la ley de impenetrabilidad porque la percepción me muestra que un cuerpo no puede estar en el lugar ocupado por otro?







abril 19, 2011

La Arcilla del Cosmos - Silo


Fragmento del libro: El Día del León Alado, de Silo.



La arcilla del cosmos

Cuando la superficie de este mundo comenzó a enfriarse, llegó un precursor y eligió el modelo de proceso que habría de autosostenerse. Nada le resultó de mayor interés que planear una matriz de n posibilidades progresivas divergentes. Entonces, creó las condiciones de la vida. Con el tiempo, los trazos amarillentos de la atmósfera primitiva fueron virando hacia el azul y los escudos protectores comenzaron a funcionar dentro de rangos aceptables.

Más adelante, el visitante observó los comportamientos de las diversas especies. Algunas avanzaron hacia las tierras firmes y tímidamente se fueron acomodando a ellas, otras retrocedieron nuevamente a los mares. Numerosos engendros de distintos medios sucumbieron o siguieron su transformación abierta. Todo azar fue respetado hasta que al fin se irguió una criatura de medianas dimensiones animales capaz de ser absolutamente discente, apta para trasladar información y almacenar memoria fuera de su circuito inmediato.

Este nuevo monstruo había seguido uno de los esquemas evolutivos adecuados al planeta azul: un par de brazos, un par de ojos, un cerebro dividido en dos hemisferios. En él casi todo era elementalmente simétrico como los pensamientos, sentimientos y actos que habían quedado codificados en la base de su sistema químico y nervioso. Aún llevaría algún tiempo la amplificación de su horizonte temporal y la formación de las capas de registro de su espacio interno. En la situación en que se encontraba, escasamente podía diferir respuestas o reconocer diferencias entre la percepción, el sueño y la alucinación. Su atención era errática y, por supuesto, no reflexionaba sobre sus propios actos porque no podía captar la naturaleza íntima de los objetos con los que se relacionaba. Su propia acción era vista con referencia a los objetos táctilmente distanciados, y mientras se siguiera considerando simple reflejo del mundo externo no podría abrir paso a su intención profunda capaz de mutar su propia mente. Atrapando y huyendo había moldeado sus primeros afectos que se expresaban por atracción y rechazo, modificándose muy lentamente esa bipolaridad torpe y simétrica esbozada ya en las protoespecies. Por ahora su conducta era demasiado previsible, pero llegaría el momento en que autotransformándose daría un salto hacia la indeterminación y el azar.

Así, el visitante esperaba un nuevo nacimiento en esa especie en la que había reconocido el temor ante la muerte y el vértigo de la furia destructiva. Había presenciado cómo esos seres vibraban por la alucinación del amor, cómo se angustiaban por la soledad del Universo vacío, cómo imaginaban su futuro, cómo luchaban por descifrar la huella del comienzo en la que fueran arrojados. En algún tiempo, ésta especie hecha con la arcilla del cosmos emprendería el camino para descubrir su origen y lo haría andando por caminos imprevisibles.


 




abril 15, 2011

4/05/2004 - 1era Celebración anual del Mensaje de Silo






Palabras de Silo con motivo de la primera celebración anual del Mensaje de Silo
Punta de Vacas, 4 de Mayo de 2004



            Queridos amigos.
            Hemos fracasado... ¡ pero insistimos!
            Hemos fracasado pero insistimos en nuestro proyecto de humanización del mundo.
            Hemos fracasado y seguiremos fracasando una y mil veces porque montamos en alas de un pájaro llamado “intento” que vuela sobre las frustraciones, las debilidades y las pequeñeces.
           
Es la fe en nuestro destino, es la fe en la justicia de nuestra acción, es la fe en nosotros mismos, es la fe en el ser humano, la fuerza que anima nuestro vuelo.
           
Porque no es el fin de la Historia, ni el fin de las ideas, ni el fin del hombre, porque no es tampoco el triunfo definitivo de la maldad y la manipulación, por eso es que podemos intentar siempre cambiar las cosas y cambiarnos a nosotros mismos.
           
Este es el intento que vale la pena vivir porque es la continuación de las mejores aspiraciones de la gente buena que nos ha precedido. Es el intento que vale la pena vivir porque es el antecedente de las futuras generaciones que transformarán al mundo.
             
Dos grandes almas que lucharon contra la discriminación y la injusticia acompañan nuestro encuentro. Guías inspiradores de la no-violencia: Mahatma Gandhi y Luther King, supieron del fracaso pero jamás cejaron en su intento. Hoy están muy presentes en nuestra mente y en nuestro corazón.
            
 En este desgraciado mundo en que la fuerza y la injusticia se enseñorea por campos y ciudades, ¿cómo es que se piensa acabar con la violencia? ¿¡Cómo es que se piensa acabar con la violencia...!?
            Tal vez piensen que son un ejemplo inspirador de las nuevas generaciones cuando disfrazados de video juego despotrican contra el mundo; cuando amenazan en la peor muestra de matonaje; cuando, finalmente, envían a sus muchachos a invadir, a matar y a morir en tierras lejanas. ¡Este no es un buen camino ni un buen ejemplo!
            Tal vez piensen que volver a las primitivas prácticas de la pena de muerte, será un gran ejemplo social.
            Tal vez piensen que penalizando progresivamente el delito cometido por niños, desaparecerá el delito... ¡o desaparecerán los niños!
            Tal vez crean que trasladando la práctica de la “mano dura” a las calles, las calles serán seguras.
            
 Por cierto que estos problemas existen y se multiplican en el momento actual, pero con un enfoque violento de la violencia no resultará la paz.
           
No resultará la paz desde esta visión zoológica de la vida que propicia la lucha por la supervivencia, la lucha por el predominio del más apto. No resultará ese mito. No resultará la paz manipulando las palabras o censurando las genuinas denuncias que se hacen contra todo atropello y toda atrocidad que se comete contra los seres humanos. A estas alturas me cuidaré de no mencionar a los “derechos humanos” porque también han sido vaciados de contenido y falseados en su significado. ¡Ahora sucede que se bombardea a las poblaciones indefensas para proteger sus derechos humanos...!
             
No resultará la paz de esa visión zoológica de la vida que propicia un orden social en base a premios y castigos trasladando la domesticación animal al honorable ciudadano que comienza a entrenarse en la desconfianza, la delación y el mercadeo de sus afectos.
           
“Pero algo hay que hacer”, se escucha en todas partes. Pues bien, yo diré que hay que hacer, pero de nada valdrá decirlo porque nadie lo escuchará.
            Yo digo que en el orden internacional, todos los que están invadiendo territorios deben retirarse de inmediato y acatar las resoluciones y recomendaciones de las Naciones Unidas.
            Digo que en el orden interno de las naciones se debería trabajar por hacer funcionar la ley y la justicia por imperfectas que sean, antes que endurecer leyes y disposiciones represivas que caerán en las mismas manos de los que entorpecen la ley y la justicia.
            Digo que en el orden doméstico la gente debería cumplir lo que predica saliendo de su retórica hipócrita que envenena a las nuevas generaciones.
            Digo que en el orden personal cada uno debería esforzarse por lograr que coincidiera lo que se piensa con lo que se siente y lo que se hace, modelando una vida coherente y escapando a la contradicción que genera violencia.
            
 Pero nada de lo que se diga será escuchado. Sin embargo, los mismos acontecimientos lograrán que los invasores se retiren; que los duros sean repudiados por las poblaciones que exigirán el simple cumplimiento de la ley; que los hijos recriminen a sus padres su hipocresía; que cada uno se recrimine a sí mismo por la contradicción que genera en sí  y en los que lo rodean.
            Estamos al fin de un período histórico oscuro y ya nada será igual que antes. Poco a poco comenzará a clarear el alba de un nuevo día; las culturas empezarán a entenderse; los pueblos experimentarán un ansia creciente de progreso para todos, entendiendo que el progreso de unos pocos termina en progreso de nadie. Sí, habrá paz y ¡por necesidad!, se comprenderá que se comienza a perfilar una nación humana universal.
            Entre tanto, los que no somos escuchados trabajaremos a partir de hoy en todas partes del mundo para presionar a los que deciden, para difundir los ideales de paz en base a la metodología de la no-violencia, para preparar el camino de los nuevos tiempos.
            
 Sí, vale la pena que este Mensaje y este Humanismo Universalista cobren fuerza. ¡Vale la pena! Vale la pena que la gente joven engrose esta Fuerza Moral como una variante de la Historia... que este caudal sea incontenible y se escuche su rumor en todas las lenguas de la Tierra. Entonces, las nuevas generaciones empezarán a enseñar a las adultas con un nuevo afecto y una nueva comprensión.
             
Finalmente, amigos, yo quiero compartir con todos esta certeza profunda que dice: “lo Sagrado está en nosotros y nada malo puede ocurrir con esta búsqueda de lo profundo y lo Innombrable”. Creo que algo muy bueno ocurrirá cuando los seres humanos encuentren el Sentido tantas veces perdido y tantas veces reencontrado en los recodos de la Historia.
             
Yo quisiera, amigos,  que se escuchara el Mensaje de lo Profundo. No es un Mensaje estridente, es un mensaje muy quedo que no se puede escuchar cuando se lo quiere atrapar.
             
Yo quisiera, amigos, transmitir la certeza de la inmortalidad. Pero, ¿cómo podría lo mortal generar  algo inmortal? Tal vez deberíamos preguntarnos sobre ¿cómo es posible que lo inmortal genere la ilusión de la mortalidad?
            Qué bueno es estar aquí juntos considerando el presente y el futuro. Qué bueno es que en este momento estén presenciando este encuentro miles de  amigos en distintas latitudes. Pero, por otra parte, ya no vale que busquemos lugares alejados para expresarnos, sin ofender a nadie, porque estas palabras están llegando muy lejos. Entonces, será necesario pedir disculpas a quienes se hayan sentido agredido por nuestros decires que sin duda no han buscado personalizar sino más bien referirse a situaciones y momentos históricos puntuales.
            
 Mientras las palabras van muriendo en calma  nuestras miradas las reemplazan...
             
Nuestras miradas se encuentran y se comprenden en profundidad.
             
Saludamos a todos de todo corazón.



  4/05/2004 - 1era Celebración anual Mensaje de Silo by Hinbayhum





abril 11, 2011

Sobre la implementación de El Mensaje



Apuntes tomados por Karen de las conversaciones con Silo. Agosto 2002

           

 

Hablemos acerca de la propagación del Mensaje. Nuestro interés es que el máximo de personas conozcan el Mensaje y que quienes estén impulsando su propagación lo sientan profundamente.
            El Mensaje va a tener una forma organizativa básica que se compone de dos reuniones semanales. Una reunión es para hacer las Ceremonias y está abierta a todo el mundo sin ninguna restricción. La segunda reunión tiene un carácter de estudio y organización y está abierta a todos los que han declarado ser parte de nuestra comunidad, a través de la ceremonia de Reconocimiento.
            El Mensaje podría ser difundido, por ejemplo, a través de locales barriales, en los que se desarrollan las dos reuniones semanales, además de todas las actividades que la gente impulse con y hacia los vecinos. Debe observarse que no conviene que se mezclen los locales y las actividades del Movimiento con los locales y actividades del Mensaje.

Reunión Semanal de Experiencias

            En la reunión semanal de Experiencias se efectuará como mínimo el Oficio. Es una reunión para ponerse en contacto y trabajar con la Fuerza. La reunión está abierta a todos sin discriminación alguna y cuanta más gente haya en relación con la Fuerza, mejor. Todas las otras Ceremonias pueden ser realizadas a pedido de la gente. Las Ceremonias tienen una forma modular, de tal manera que se pueden combinar dependiendo de las necesidades de la comunidad. Todo funciona a pedido de la gente. Las Ceremonias nunca se imponen, si no se piden, no se hacen.
            Tenemos Ceremonias de Experiencia que son: el Oficio, la Imposición de Manos y el Reconocimiento en las que también se puede incluir la de Asistencia. Hay otras de carácter social: el Matrimonio, la Protección, el Bienestar y la Muerte.
            Es interesante que la gente pueda participar activamente en las Ceremonias. Cuando la gente da su testimonio, el sentido de la Ceremonia se refuerza. En las Ceremonias de Protección, de Muerte y de Bienestar la gente puede dar sus testimonios antes, durante o después de la Ceremonia, dependiendo de la Ceremonia y de las circunstancias. También en el Oficio, en el momento de reflexionar acerca de un pensamiento de la Mirada Interna o de un Principio, alguien podría querer expresarse en torno al tema y hablar. Obviamente en una Ceremonia de corta duración, como el Oficio, la idea no es hablar durante una hora, pero sí es bueno que la gente pueda expresarse libremente.
            La Ceremonia de Reconocimiento se hace a pedido de la gente y mientras más personas participen, mejor. En esa Ceremonia, la persona toma una postura. Es una declaración de “verdades fundamentales”, es explícita. Con esa Ceremonia la persona entra en la comunidad, pertenece a ella y le da identidad.

Reunión Semanal de Profundización

            Esta segunda reunión semanal es para quienes han participado en la Ceremonia de Reconocimiento y quieran impulsar el Mensaje. Es una reunión con toda la gente que hace parte de la comunidad, independientemente de donde provengan. Es una reunión para trabajar, organizar juntos y asegurarse que el Mensaje vaya. En ella van a participar juntas, personas que pertenecen a diversas organizaciones sociales, a religiones diversas, o simplemente individuos sin otra pertenencia, habrá también personas de todas las edades, etc. Y todos participan por igual. En esta reunión se estudia y profundiza el mensaje discutiendo el Libro u otros materiales complementarios. También se preparan y producen materiales, videos, panfletos o folletos explicativas, etc., y se organizan actividades que impulsan el avance. Se podría dar que personas de otros puntos geográficos vengan a participar y aprender, para luego volver a sus puntos a trabajar.
           
La gente de un grupo se dedica a avanzar allí donde se está aplicando. Toman acuerdos entre ellos con respecto a sus necesidades y con respecto a las funciones de organización, utilizando la votación interna o el consenso para la toma de decisiones. Cada grupo decide acerca de sí mismo. Cuando haya necesidad de ponerse de acuerdo con otros grupos y locales, por ejemplo para una actividad en conjunto, se ponen de acuerdo para esa situación, según necesidades.
            
 También en esa reunión es donde se va a profundizar el Mensaje, con el Libro y el Camino. En ella se estudia, se discute y se intercambian puntos de vista.
             
La única condición para participar en la organización es la de pertenecer a la comunidad a través de la Ceremonia de Reconocimiento. La puerta está abierta para todos, y pudiera darse el caso que haya gente violenta, discriminadora, etc., que hace parte de la comunidad. Nosotros no discriminamos a nadie y cada uno verá por sí mismo. Aquí no hay policías ni nada por el estilo, nosotros no estamos interesados en hacer paternalismos. Esa actitud implica otra cabeza, otra forma de hacer las cosas.


Acerca de la pertenencia

La Puerta

            La puerta para entrar en nuestra comunidad es la Ceremonia de Reconocimiento. Esa es la puerta. Con esa Ceremonia se diferencian los que están “adentro” de los que están “afuera”. Una comunidad es algo a lo que la persona pertenece, algo que le da identidad y que hace que se reconozca como “parte de” algo. Hacer la ceremonia de Reconocimiento es un acto de libre opción; la ceremonia está abierta de igual forma a todas las personas sin discriminación alguna. Es un acto que hace que la persona se defina frente a otros como alguien que ha elegido “pertenecer” a nuestra comunidad.
            Alguien puede seguir una filosofía pero eso no lo define. La diferencia entre alguien afín a una filosofía y entre alguien que pertenece a una comunidad está dada por las prácticas. Una filosofía no exige prácticas a diferencia de una comunidad que requiere una parte activa de cada persona.

Las Colectividades Religiosas

            Por ejemplo, en la colectividad Musulmana, la puerta, el átomo básico para ser Musulmán consiste en decir “Alá es grande y Mahoma es su Profeta”. Eso es lo que alguien debe proclamar para ser considerado un musulmán. Pero después de eso, ¿qué más es necesario? Cada Musulmán debe tener el Corán (independientemente de que la persona sepa leer o no, el Libro es fundamental). También se necesita orar mirando a la Meca 5 veces por día y una vez en la vida ir a la Kaaba, a la Meca. Basta con eso para que la persona sea Musulmana, nadie va a dudar a qué comunidad pertenece. Además de esas pocas prácticas se pueden agregar muchas otras recomendaciones y reglamentos, pero con esas prácticas básicas la persona se identifica como perteneciendo a la colectividad musulmana.
             
En la comunidad Budista, la puerta de entrada es “Yo me refugio en el Buda, me refugio en la Doctrina y me refugio en la Sanga”. El Budista acepta el Camino Medio y las Cinco Nobles Verdades. Entonces, ¿qué hace la persona? El Camino Medio recomienda las prácticas de moderación; de pensar, actuar y hablar de forma moderada, justo lo necesario, sin excesos. Un Budista no querrá crear problemas a otras personas, ni siquiera a los animales, ni a nadie. Pero, para llevar adelante esa forma de estar en el mundo uno debe ser instruído en meditación, en el “átomo básico” de la Doctrina. También los Budistas tienen muchísimas ceremonias donde la persona puede participar. Con eso, la persona es Budista, su vida es guiada por las prácticas del Budismo.
             
Para los Cristianos, el bautismo es la puerta para ser cristiano. No hablamos aquí de un niño que nace en una familia cristiana, sino de un adulto que se confirma o se convierte en cristiano. En ese caso es necesario hacer las prácticas siguientes: ser bautizado, ir a misa, tener la Biblia y recibir alguna instrucción acerca de qué hacer y qué no hacer. Con eso, se es Cristiano frente al mundo.
            
 Para las diferentes formas de Chamanismo, siempre hay ritos, lugares sagrados (el bosque o el río sagrado) donde algunos entran y otros no. Hay tabúes y cosas a no hacer.
             
Todos esos ejemplos son formas de identidad, la unidad básica que da identidad y el registro de estar “adentro”. Esa unidad básica es la esencia de la cosa. Las verdades y las prácticas fundamentales, no son formas de participación donde se complica la gente con teología, con mucha doctrina, etc. Pero lo que es claro es que con esas prácticas básicas hay una definición de “quién es” y “quién no es” en relación a su comunidad.
             
Para nosotros, la Ceremonia de Reconocimiento es ese “átomo básico” requisito para hacer parte de nuestra comunidad. En esa ceremonia se declaran ciertas verdades en una suerte de diálogo entre el Oficiante y los participantes. Es en la reunión semanal de profundiización donde la persona va aprendiendo más acerca de las prácticas de la comunidad, su pensamiento y aspiraciones.