julio 04, 2013

Del libro "Imbéciles!" - Silo *5




El problema del fuego se aniquila. La velocidad crece...

Las moles  brillantes silban y se confunden con el día. Algunas cruzan
en el  horizonte, varias  giran sobre  la  ciudad,  cientos  de  ellas
buscan; llevan.

Barras de  materiales poderosos  perforan y  las profundidades sueltan
sus recursos. Las fuerzas del volcán y del sol son encauzadas.

En las  alturas las  nubes pueden ser disipadas o acumuladas sus masas
para mojar las verdes y verdes extensiones.

Bajo las  aguas del mar hay como venas por donde incontables vehículos
se mueven  lejos en  contados tiempos.  Y esas  mismas aguas se parten
cuando las queman los navíos.

Las moles  voladoras van tocando otras tierras fuera del espacio de la
Tierra, y  se levantan  pueblos progresivamente y la técnica y ciencia
de los pueblos levantan al Hombre.

Az vuelve  a la  realidad. Con  inquieta  meticulosidad  busca  en  el
cielo... sus  ojos y el vacío, el tremendo vacío y sus brillantes ojos
como estrellas.  Las estrellas  muy quietas vibrando en resonancia con
algo que parece el infinito.

Bajo la plataforma de la azotea gigante, a los pies del rascacielos se
mueven las  luces. Y  como una  flecha disparada  entre los  hombres y
algo... el temor y la angustia.

Cerca de  Az una  baja, tímida  voz de  mujer. La sumisión de la mujer
frente a la gloria, palpitante, cálida gloria del poder.

En ese  corto instante siente otros años y en ellos la bóveda de hojas
verdes,  el   agua  y  la  sombra  de  muchas  calles  en  las  tardes
silenciosas. Su  infelicidad lo  lleva más  adentro y  más lejos;  las
m quinas martillan,  las campanas  de otra  época se  mezclan  con  el
repiqueteo del futuro.

...Pero ahora sólo queda la mano de Az y sus dedos separados tratan de
apretar la  ciencia y  la mujer.  Su piel  crispada por la emoción. El
resto náusea.

El humo y el vapor de la noche fría traen la realidad sin por-venir.

Máquinas, hermosas conquistas humanas y mujer desaparecen.



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Tienes la culpa de todo.

Juntos pudimos...



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¡Qué serenas hubieran sido nuestras vidas!

Pero ahora  sentirás la  desgracia (es  lástima que  no puedas  sufrir
intensamente).

Si pudieras  ver Irene,  la belleza de todas las cosas, de la tierra y
del fuego. Animalito, que puede importarte. Te mueven sólo los grandes
efectos. ¡Eliges mal y aplaudes mal!

¿Oyes marchas  bélicas? Mira  la muerte  de todos  los ejércitos. ¡Para
siempre!

Necesitas de la catástrofe y sin embargo su presencia te "horroriza".

Hay algo que te importa: ¡dormir! ¡Bestia! ¡Duerme imbécil!

¡Bestia, bestia!

¡Cuánto deseo quebrarte y comer tu cuerpo...y triturarlo!

...Sí, lo  veo. Son  feísimos. De  pequeñas espaldas  y  con  gafas...
¡críticos!... Tienen  más  utilidad  de  la  necesaria  porque  suelen
aumentar hasta lo inmensurable la capacidad de odio de sus víctimas, y
es algo bueno el odio.

Has vivido tu corta vida rodeada de ejércitos, críticos, organizadores
del desastre.

Las piedras  no penetran tu sociedad hermética. ¿No me dejas regalarte
una piedra,  o arena,  arena del  tiempo? Pero  cien, mil  millares de
cañonazos y  de bombas;  muertos,  muertes  pueden  sí.  ¿Y  ese  aire
envenenado  que  envenena  al  mundo  y  a  las  generaciones  que  te
siguen?...

La atmósfera se limpia nuevamente, se limpia ahora que las naciones se
unifican y dejan de probar sus armas. ¿Tiene esto sentido?... ¿Importa
que lo tenga?

Has oído hablar de patria, bandera, himno, fraternidad, raza. ¿Por qué
estas palabrotas  suenan  mal?  Porque  detrás  de  su  metal  pululan
aquellos bichos  microcéfalos,  políticos  agudos  en  sus  picotazos.
¿Podrías vomitar  todo eso?  ¡No! Crees  en ese amor, esa moral, en la
justicia y  tal vez  también crees  en Dios.  ¡Culpo  rabiosamente  tu
debilidad! Deja miserable que los humanoides te cuelguen de los pelos,
deja que te sujeten fuertemente del Estado y baila también el ritmo de
la tribu.  No hables  fuerte y  claro sino  bajo, muy  bajo así tu voz
ahogada se confunde con el coro del clan. Y más, mucho más... Pero han
cambiado  los  tiempos,  ahora  oyes  mi  voz  e  infinidad  de  voces
diferenciadas retumbando,  levantando fábricas en su cadencia; alzando
laboratorios   gigantescos;    construyendo   casas    muy   pequeñas,
¡posibilitando la vida!

Ahora tu  inteligencia ve  más claro  cuando los vapores del Estado se
absorben y  tu imaginación pueda hacerte feliz porque haya eco, sólido
eco, resonancia  con la  existencia. Ahora  sí puedo tocar tu cuerpo y
podré tocarlo mientras haya quien gobierne pero Estado ¿así?...

¡Cómo me engaño! ¡No es verdad, no han cambiado los tiempos!

¡No ves  mis lágrimas  mujer estúpida! ni mis manos con sangre, sangre
roja. No  ves mis  manos arrastradas,  despedazadas en la búsqueda, no
puedes seguir  mi rastro  ascendente o  precpitado o  vertiginoso  pero
sangriento.

¡Oh, si hubiera Dios! ¡Cómo busco y amo la eternidad contigo!

Ríe cuerpo  blanco, mujer  blanda, cuando  no rías  sobre  tus  huesos
seguir n riendo  y seguirán  y seguirán.  ¿No has  pensado qué  pasar 
cuando no  estés? Aún  no es  hora de  que te preguntes eso, ¡los años
hacen encariñarse con la vida!

¿Sabes qué  es libertad  o mejor,  qué es  liberación? ¿Sientes qué es
crear? ¿Comprendes por fin qué es ser feliz?

Mata y  sigue matando,  aplaude, apóyate  en  los  críticos,  pisotea,
póstrate ante la fuerza y alaba la violencia. ¡Cuidado! Las armas caen
ante los  espejos, caen de las manos del guerrero que se mira adentro,
que es obligado a mirarse adentro. ¡Cuán fácilmente se puede obligar a
los guerreros!

Es cierto la locura ¿puedes distinguirla del vivir mal o peor o mejor,
puedes acaso?